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BLISS: VAMPIRISMO ARTÍSTICO
enero 31, 2020 Articulos

Bliss, de Joe Begos, es droga dura. El «diablo» (una sustancia extremadamente dañina) es lo que esnifa continuamente su protagonista, Dezzie, una pintora de Los Ángeles que sufre un bloqueo creativo y que debe afrontar la inminente entrega de su obra en una exposición. Bliss es un viaje, el viaje alucinógeno, violento y sexual de una artista que llegará hasta las últimas consecuencias para lograr que su creación se convierta en una masterpiece, aunque para ello, le cueste la vida.

En este viaje hacia el corazón de las tinieblas de Dezzie, Begos parece que ha tenido en los excesos de Climax, de Gaspar Noé, el viaje infernal de Mandy, de Panos Cosmatos y en el vampirismo de La adicción, de Abel Ferrara como principales fuentes de inspiración. La propuesta es absorbente, incómoda, valiente, lisérgica e hipnótica, y roza el gore más explícito  -los ataques vampíricos son tremendamente crueles, descarnados y llenos de hemoglobina- y la amoralidad más genuina -la protagonista se encuentra por encima del Bien y del Mal, y además, no se arrepiente absolutamente de nada-.

La actriz Dora Madison está muy convincente en su evolución de una artista «limpia» de adicciones hacia una vampira sedienta de sangre, que no recuerda más nada que lo que le va indicando su cuadro a la mañana siguiente. Su carnalidad se va haciendo presente cada vez más a medida que avanza la película hasta hacerse una simbiosis entre cuerpo, sangre y obra, que puede atraer o repeler a partes iguales. El espectador asiste al espectáculo ritual de un alma corrompida por la sangre de miles de seres inocentes, que tuvieron la mala fortuna de cruzarse en su camino. Bliss es una experiencia turbia, malsana y difícil, un «mal viaje» tan infernal como lleno de energía creadora yliberadora.

A ritmo de temas punk, vamos recorriendo los antros de L.A, a pie, en coche, en un descenso a los infiernos de la locura de la creación literaria, no apta para epilépticos, que puede gustar más o menos, aunque no dejará indiferente al espectador. Y es que, si uno vende su alma al diablo en pos de la realización de su obra maestra, no hay vuelta atrás ni conocerá redención posible.

SONIA BARROSO.-

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