BILL, EL DESALMADO CARNICERO DE GANGS OF NEW YORK

 

Desde el comienzo, Gangs of Nueva York nos deja muy claro que, en esto del cine, todo hombre venerable necesita la contraposición de un villano con carácter. Alguien tan malvado que hace que las virtudes del “bueno” destaquen aún más. Se respetan, se temen y, hasta cierto punto, se necesitan. Bill El Carnicero es uno de esos personajes que desde su primera intervención en la película deja clara sus premisas: presencia, ambición y un salvaje sin corazón.

 

Dirigida por Martin Scorsese, Gangs of Nueva York está basada libremente en el libro del mismo nombre de Herbert Asbury, y está considerada una obra de culto. En la película, William «Bill the Butcher» Poole tiene las facciones de Daniel Day Lewis, y ahora es el momento en el que deberíamos lanzarnos a una carrera para contar todas las anécdotas reales, inventadas, exageradas y demás, que rodean al actor.

 

Y lo cierto es que es fácil perderse en ese anecdotario, porque Day Lewis se ha ido forjando una carrera con personajes magníficos, y rarezas geniales, pero todo eso queda atrás cuando entras en una sala y te sientas a disfrutar de algunos de sus personajes. Con Scorsese, hemos disfrutado de dos versiones muy distintas del actor. La primera, con La Edad de la Inocencia, en la que su Newland Archer es un ejemplo de contención, elegancia y suavidad; años más tarde volverían a colaborar, dotando a su Bill El Carnicero de una personalidad brutal que lo único que tiene en común con Archer es el actor que le interpreta.

 

Gangs of Nueva York retrata los orígenes Nueva York centrándose en dos personajes que son ejemplo de esa sociedad convulsa y enfrentada: el nativo Bill, que lucha por mantener la ciudad en manos de lo que, para él, son los verdaderos americanos; y Ámsterdam, interpretado por Leonardo DiCaprio, ejemplo de los inmigrantes que llegaban en aquella época a Estados Unidos. Scorsese huye en todo momento de plantear el choque entre ambos como la clásica batalla entre el bien y el mal. Y aunque es difícil encontrar “el bien” en El Carnicero, su personaje tiene ese perverso atractivo de aquellos seres que aun cuando somos incapaces de defenderles, tampoco podemos odiarles sin reservas.

 

Daniel Day Lewis, en una interpretación muy física, en la que los rasgos del personaje junto a su carácter son una combinación muy poderosa, logra que cada vez que cada vez que aparece en la pantalla no le quitemos ojo de encima, pendientes de cualquier gesto que delate los verdaderos sentimientos o intenciones de Bill. El actor, que volvía a la gran pantalla tras una ausencia de cinco años, lo hacía confiriendo aún más personalidad a sus personajes, y dotándoles de esa “chispa” única que convierte a los actores que los interpretan en únicos. Y no porque sus anteriores interpretaciones no estuvieran a un muy alto nivel, pero la madurez personal de Day Lewis ha ido unida a la interpretativa, en un continuo avance, no exento de riesgo.

 

La imagen de ese dandy con chistera alargada, pantalones a rayas y pañuelos de colores, que cruza las calles de Nueva York como un tiburón ávido de sangre. Su ojo de cristal, su arsenal de cuchillos siempre afilados, y la mueca que en el mejor de los casos es socarrona, forman la capa externa de su personaje. La interna, que entrevemos a través de su ojo sano, es un pozo sin fondo. Pozo al que Day Lewis nos invita a asomarnos, y que hace que el espectador sea incapaz de rechazar esa invitación.

 

Es un personaje que trabaja con el miedo, lo filetea y crea raciones según le convenga, para mantener su poder en Five Points, el barrio de Nueva York en el que transcurre la historia. Como dice en una de las escenas más memorables de la película “Si alguien me roba, le corto las manos; si me insulta, le corto la lengua; si se rebela contra mí, clavo su cabeza en una estaca, y la pongo bien alta, para que puedan verla todos.” Todo un angelito.

 

 IMMACULADA PILAR COLOM.-

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