BILBAO REIVINDICA EL CINE REALIZADO POR MUJERES EN LA 18ª EDICIÓN DE SU MUESTRA

La muestra de cine realizado por mujeres de Bilbao ha podido celebrar este año su 18º aniversario. Por todo ello, Simone de Beauvoir, el grupo que la organiza, ha querido rendir un merecido homenaje a esas pioneras que, con su valentía y determinación, consiguieron abrirse camino en un mundo que estaba dominado por los hombres. Lotte Reiniger, Maya Deren, Ida Lupino y Agnès Varda, entre otras, fueron las que reivindicaron que el cine no entiende de sexos, y que solamente hace falta tener talento y pasión para poder llegar a ser cineasta. Combatieron, cada una a su manera, la división sexual del trabajo que imperaba en toda la sociedad, y que relegaba a las mujeres a determinadas tareas, como podían ser la de diseñadora de vestuario o la de maquilladora, por poner dos claros ejemplos. 

Es innegable la influencia que ejercía el sistema de género en la vida de las personas, el cual había sido instituido por la burguesía en una época en que se luchaba por la igualdad y la libertad de todos los hombres. En esa época surgieron el concepto de ama de casa, la cual no existía hasta ese momento, puesto que, las mujeres habían trabajado en todo tipo de labores desde tiempos inmemoriales y, por otra parte, se instauró la mística de la maternidad, la cual significaba que la mujer tenía el deber de sacrificar su propia vida para cuidar de sus hijos, de sus mayores y de su marido, por supuesto. Debía ser la guardiana del hogar. Está claro que la nobleza entendía de otra manera muy distinta lo que significaba ser madre, ya que ellas podían dedicarse a otras cosas, mientras las institutrices se encargaban del cuidado de sus propios hijos. Los burgueses instauraron su propia moral cuando consiguieron llegar al poder y, por lo tanto, dividieron el mundo en dos, por una parte, los hombres se dedicarían a la política, a los negocios y al arte, y las mujeres, por consiguiente, tuvieron que aceptar que su lugar se encontraba en el hogar. 

Por ende, las profesiones como maquilladora eran consideradas trabajos exclusivamente femeninos y cualquier mujer que quisiera trabajar en la industria del cine sabía perfectamente el tipo de trabajo que iba a desempañar en un mundo que estaba dominado por hombres. No es que la de maquilladora sea un mal trabajo para una mujer, ni mucho menos, lo que pasa es que es injusto que una mujer tenga que trabajar de ello solamente por ser mujer. Cada persona debe luchar por hacer realidad sus sueños, y eso es lo que hicieron estas pioneras. Gracias a su dedicación en el ámbito del séptimo arte no sólo consiguieron derribar muchos de los prejuicios que existían en las sociedades modernas, sino que lograron además que las mujeres fueran escuchadas. Alzaron su voz, cada una desde su posición y circunstancias particulares, demostrando que existía una diversidad de propuestas y estilos. Sin ellas, habría resultado muy difícil que las espectadoras pudieran soñar con ser cineastas, guionistas o productoras. 

Está claro que las cosas no han cambiado demasiado desde entonces, ya que, Jane Campion y Kathryn Bigelow han sido las únicas cineastas que han obtenido los más importantes reconocimientos por su labor; la neozelandesa consiguió alzarse con la Palma de Oro por El piano en el año 1993 y la estadounidense, por su parte, fue la primera mujer que obtuvo el Oscar a la mejor dirección por En tierra hostil (2008). Por ello, resulta más necesario que nunca reivindicar la labor de aquellas pioneras que lucharon con todas sus fuerzas para que la igualdad fuese una realidad. 

Aunque no hayan sido reconocidas como se merecen es obvio que ha habido muchas cineastas que han conseguido hacer historia, pero en esta ocasión vamos a fijarnos en el trabajo que realizaron las cuatro autoras que he mencionado al principio. Ida Lupino fue una actriz de origen inglesa que trabajó en Hollywood en la época dorada del cine clásico, por tanto, tuvo la oportunidad de trabajar con actores de la talla de Humphrey Bogart y Jean Gabin. Hasta ahí todo normal. Los acontecimientos se sucedieron tal como se esperaba, pero a causa de un ataque cardíaco sufrido por Elmer Clifton mientras dirigía Not Wanted (1949), fue la propia Ida Lupino la que se encargaría de terminarla, puesto que, la productora era de la propiedad de su marido y de ella. Por lo tanto, acabó de rodar Not Wanted y así pudo empezar su carrera como cineasta. 

Fue la única mujer que dirigió películas en Hollywood de aquellos años y además fue la primera que se atrevió con una obra de género negro que se tituló El autoestopista (The Hitch-Hiker, 1953). Es cierto que no se trata de una joya del cine negro, pero es una entretenida película que mantiene al espectador intrigado durante todo el metraje. Es una obra de su época, y como es sabido el modelo clásico se caracteriza por la defensa de la moral, es decir, su fin es trascendental (intenta educar al público), la causalidad de las acciones, y la linealidad en la cronología, por citar las más relevantes. También se supone que la realidad que se instituye en la pantalla es la realidad misma, es decir, que no se trata de una representación, ya que, las decisiones formales hacen que el espectador vea el mundo como lo que es, y no como una construcción contingente y arbitraria. 

Sin embargo, hay que reconocer que The Hitch-Hiker no es tan convencional como puede parecer en un principio. El argumento es el siguiente: Roy Collins (Edmond O’Brien) y Gilbert Bowen (Frank Lovejoy) son dos amigos que han salido a pescar, y de repente, se encuentran a merced del autoestopista que acaban de recogerlo en la carretera. El autoestopista les apunta con un revólver desde el asiento de atrás, y por lo tanto, no pueden hacer nada. El asesino quiere llegar a Santa Rosalía (México) para poder escapar por mar, pero los policías mexicanos intentarán impedírselo. Y ahí reside la peculiaridad de esta película; los héroes no son los americanos, porque ellos están a merced del asesino todo el tiempo, (aunque es verdad que intentan escaparse o engañarle en ciertas ocasiones) y son los policías mexicanos, con la ayuda de honrados y amigables ciudadanos, los que van a acorralar al asesino. Los americanos intentan escaparse en alguna que otra ocasión, pero sin éxito, y lo más destacable de este caso es que sus acciones no tienen relevancia, están atrapados como si fueran animales y no pueden hacer nada para remediarlo. Están indefensos, aunque sean hombres. 

Un héroe es aquel que cambia la situación a través de sus acciones, y es sabido que en el cine negro el héroe se convierte en trágico, ya que, aunque lo intenta no puede escapar de su fatal destino. Y ciertamente, Roy y Gilbert, no parece que puedan considerarse hombres, puesto que, demuestran una actitud muy pasiva la mayoría de las veces y si no fuera por las autoridades mexicanas seguramente el final de la película sería totalmente distinto. Por ello The Hitch-Hiker recuerda a Hitchcock y particularmente a su propuesta manierista La ventana indiscreta (1954), donde el protagonista es un voyeur y no puede hacer nada más que seguir contemplando el espectáculo. Se supone que es el héroe quien restaura el equilibrio que se ha roto durante los acontecimientos que se nos presentan, y es él quien logra acabar con el peligro que acecha a la comunidad a través de sus acciones. Por todo ello, la película dirigida por Ida Lupino merece una mención especial. 

Agnès Varda es considerada por muchos la abuela de la nouvelle vague francesa, y en la muestra se ha podido ver una de sus obras más famosas, me refiero, por supuesto, a Cleo de 5 a 7 (1962), con la cual compitió por la Palma de Oro en Cannes. Unos años antes Truffaut y Godard habían conseguido cierto reconocimiento con sus respectivas óperas primas, y la Nouvelle Vague, el refrescante y vital movimiento que había venido a arrasar con las convenciones del caduco y antiguo cine se encontraba en todo su apogeo. La directora de origen belga ya había dirigido varios cortometrajes desde que empezó a rodar en 1955, así que, es innegable de que fue una de las pioneras de ese movimiento que acabaría transformando completamente los cimientos del séptimo arte. No obstante, es evidente que Godard y Truffaut, entre otros muchos, son más conocidos que la propia Varda, y por ello, es indispensable reconocer el trabajo que viene realizando desde entonces. El festival de cine europeo de Sevilla le rindió un homenaje el año pasado, y los organizadores de la muestra han querido rescatar quizá la que pueda considerarse su obra más emblemática: Cleo de 5 a 7. 

La película es realmente bonita y conmovedora, y transmite esa vitalidad, esa energía que es tan característica de esta época, ya que, los jóvenes cineastas querían mostrar la vida en todo su esplendor. Las convenciones del séptimo arte tenían asfixiada a la vida (estoy hablando del modelo clásico, por supuesto), pero gracias a la única y verdadera revolución francesa se rompieron de una vez por todas las cadenas. Por fin, la libertad. La vida podía ser retratada como lo que era, y la rigidez y la inmovilidad dejaron paso a la espontaneidad y a la naturalidad. Por ende, se abogó por la casualidad, y de esa manera se subrayó la importancia del azar en la vida de todo ser humano. Los encuentros fortuitos no se tenían que evitar, al contrario, había que aceptarlos con gozo y alegría. La vida cotidiana cobró suma importancia, y los protagonistas pasaron a ser personas normales y corrientes. Los héroes son aquellos que luchan y aman, y por lo tanto, todos somos héroes. 

Cleo es una bella cantante que está esperando a que su médico le diga lo que tiene, y como es de imaginar está impaciente por saber el diagnostico del análisis. La autora nos muestra lo que sucede en su vida en las últimas horas antes de que sepa el resultado. Varda nos deleita con pequeños, pero a la vez momentos mágicos que hacen que la vida merezca ser vivida; y el cine se convierte de esa manera en el más majestuoso templo de la vida, en el canto de la vida, por decirlo así. Se puede afirmar con la mayor rotundidad que se trata de una verdadera joya, una maravilla. 

Y para terminar, voy a hablar de Lotte Reiniger y Maya Deren. Las dos supieron rodearse de un buen equipo que las apoyó en sus respectivas carreras, si no les habría resultado difícil labrarse un futuro como cineastas. Tuvieron la oportunidad de aprender de sus compañeros masculinos, ya que, ambas estuvieron casadas con camarógrafos. Reiniger dedicó toda su vida al cine de animación (aunque también dirigió algunas de imagen real), y lo hacía a base de cartulinas. Primero dibujaba a lápiz en ellas, y después las recortaba para que pudiera juntar las diferentes piezas. Y con cada plano capturaba un movimiento y sucesivamente. Entre sus obras más famosas se encuentra Las aventuras del príncipe Achmed (1926), puesto que, es el más antiguo largometraje de animación que se ha conservado hasta nuestros días. Adaptó los cuentos que todos conocemos, como Cenicienta y La bella durmiente. 

Por otra parte, Maya Deren destacó en el campo de la experimentación y fue una de las figuras clave en las vanguardias de la segunda mitad del siglo XX junto a artistas como John Cage. Su prolífica carrera propició el nacimiento del cine underground estadounidense. Le interesaba mucho la danza, y una de sus mayores obsesiones era captar el movimiento. Meshes of the Afternoon (1943) es quizá su obra más conocida, donde la protagonista se confronta a sí misma y a sus temores, y parece que entra y sale de distintos mundos de manera reiterativa. Su estilo se caracteriza por la influencia del psicoanálisis, el simbolismo y por lo tanto, su cine no es nada asequible para la mayoría del público. Desde el 16 hasta el 19 de octubre Bilbao ha acogido la muestra. Un año más reivindicando el cine ideado por mujeres. Ya van 18 y esperemos que cumpla muchos más. 

BEÑAT EIZAGIRRE INDO.-

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *