Timbuktu, de Abderrahmane Sissaki, es una coproduccción entre Mauritania y Francia, que está nominada a la mejor película de habla no inglesa en la edición de este año en los Oscar.

En cuanto empieza la película ya hay una metáfora, pues podemos ver a unos integristas islámicos persiguiendo y disparando a una gacela  desde una furgoneta y que la irán persiguiendo  la perseguimos hasta que se canse. Esto tiene su reflejo en lo que estos personajes hacen con la población a la que dominan con todo tipo de prohibiciones, como hacer y escuchar música, que las mujeres vayan siempre tapadas; y las prohibiciones de jugar al fútbol, entre otras,. Además, destrozan esculturas, cargándose así toda forma de cultura.

Así pues, la cinta nos explica las vivencias de una familia de beduinos que viven en una haima: Se trata de una pareja -que no están casados, pero viven juntos- y su hija, además de un niño que cuida del rebaño de vacas. Un día, a causa de una disputa con un pescador, tendrán que enfrentarse con la justicia y el yihadismo más radical. A pesar del drama social y la dureza que nos presentan, en el film, siempre hay un rayo de esperanza.

Lo mejor de la propuesta es la cuidada fotografía, composición de planos y los preciosos paisajes del desierto.Así mismo, con unos actores tunecinos poco conocidos, el director se vale de una historia familiar para retratar un conflicto de opresión y sumisión a las leyes yihadistas, que está en constante actualidad.

JR PALOMAR.-