Jacques Audiard es uno de los directores franceses contemporáneos más interesantes. Coetáneo de generación con Laurent Cantet y hermanado por tipo de hacer cine también con François Ozon, en cuánto al gusto por los thrillers y las películas más dramáticas, cada uno de ellos con su personalidad y estilo propios. Audiard, que nos regalaba hace poco su última película París, Distrito 13 y quien celebra su cumpleaños 30 de abril, es versátil como pocos cineastas. No hay género que se le resista. Desde el thriller ambientado en los bajos fondos, hasta el drama más íntimo, pasando por el western o el musical, que va a ser su próximo proyecto cinematográfico.
Sus héroes (o antihéroes) en pantalla son, a menudo, seres solitarios, desarraigados, perdidos, sin brújulas vitales ni emocionales claras. Personas de carne y hueso, con sus vicios y virtudes, como todo ser humano. Por ello, quizás sus películas hablan cara a cara al espectador, sin concesiones a la galería, sin tapujos, sin paños calientes, porque pone al público frente al espejo. En sus personajes nos vemos reflejados cada uno de nosotros, con nuestras imperfecciones, siempre anhelando, siempre en lucha. Es un verdadero placer, desde Facesonthebox, recomendaros, junto a algunos de mis compañeros, siete títulos de Jacques Audiard imprescindibles para acercarnos a una de la filmografías más insólitas del cine francés actual. ¿Nos acompañáis?
LA ÓPERA PRIMA: LEE MIS LABIOS
Vincent Cassel dotado de alma oscura para otro personaje moralmente ambiguo y una camaleónica Emmanuelle Devos protagonizan Lee mis labios, una ópera prima en que ya se encuentran algunas de las señas de identidad de este director. Estamos ante dos protagonistas perdidos y solitarios. Él, un ex convicto que necesita un trabajo para reinsertarse en la sociedad. Ella, una empleadora con problemas de audición, que se sentirá irremediablemente atraída por este granuja de medio pelo, al que le persigue una deuda de su turbio pasado. Para ello, arrastrará a ella a una espiral de violencia y de peligros varios, que les llevará a entablar una atrevida relación sexual y sentimental, que les pondrá contra las cuerdas en muchos momentos. En este debut, Audiard maneja los códigos del thriller de bajos fondos, del drama íntimo y del romance llevado al límite, con toques de erotismo, demostrando que es capaz de crear atmósferas tan absorbentes como turbias, ayudado por el buen hacer de la pareja protagonista.
La atracción entre los personajes de Carla (Devos, ganadora del César a la mejor actriz) y de Paul (Cassel, nominado al César al meJor actor) ha de entenderse desde la discapacidad de ella y la desintegración social de él. Sus «incapacidades» e inseguridades les capacitan para estar juntos, enamorarse, desearse, follarse y vengarse de todos aquellos que se burlan de ellos o que les han hecho daño. Juntos son invencibles.
Lee mis labios, ganadora de cuatro premios César, es una película de extremos. Oscura y luminosa. Romántica y dolorosa. Peligrosa y adictiva. La visceralidad del cine de Audiard se pone de manifiesto en algunas de las secuencias de la película. No es un viaje cómodo ni complaciente. Ni lo pretende. aunque no es para nada desagradable de ver, sino que es un film de debut, con tantos atractivos y carisma como el que derrochan en pantalla Cassel y Devos. Se trata de una joya escondida a reivindicar.
EL THRILLER INTIMISTA: DE LATIR, MI CORAZÓN SE HA PARADO
Ganadora de 8 premios César, incluyendo mejor película y director, y el Bafta a la mejor película de habla no inglesa en 2005, De latir mi corazón se ha parado es un remake de la película Fingers (James Toback, 1978) que Audiard nos ofrecía a principios del milenio y que no ha perdido un ápice de intensidad.
El cineasta francés nos brinda en esta cinta la historia de Tom, un joven de 28 años que trabaja, como su padre, en el sector inmobiliario, un joven sin demasiados escrúpulos al que no le importa recurrir a tácticas de dudosa moralidad y legalidad para conseguir sus objetivos pero que por una casualidad vuelve a sentir la necesidad de volver a tocar el piano, profesión a la que se dedicaba su madre fallecida.
Audiard, mediante una dirección completamente inmersiva sobre su protagonista, logra que podamos palpar su nerviosismo constante, su alma de depredador y que gracias a la brillante interpretación de Romain Duris el espectador viva las contantes contradicciones en las que Tom transita entre la herencia paterna y la materna. La primera le transfiere una personalidad agresiva y ambiciosa, desatada e incluso cruel.
La segunda, la disciplina del pianista, la obsesión por la perfección, el arte como supuesta renovación del alma, la conexión con el ser querido perdido, el placer, el amor y el dolor.
Porque Tom tiene una lucha interna entre sus deberes y sus quereres y con la forma de encontrar un equilibrio entre ambos o quizás con el cómo poder romper con unos para poder vivir los otros.
La historia se ve aderezada con unas subtramas aportadas por los personajes secundarios, magníficamente dibujados en tan solo unas líneas, con las que Audiard consigue reforzar todas las aristas de la personalidad de su protagonista con el que nos será difícil empatizar pero al que podremos llegar a entender.
Por supuesto la música es un personaje indispensable en esta película por la que se llevaron a casa el Oso de Plata a la mejor banda sonora de Alexandre Desplat y además sus temas la piano, como la “Toccata en mí menor”, fueron interpretados por la hermana de Romain Duris, la pianista Caroline Duris.
Respecto al título del largometraje se debe a un verso de la canción La fille du Peret Noël, de Jaques Dutronc, quien hizo un cameo en la cinta pero la secuencia fue eliminada en el montaje final.
En definitiva, Audiard con una dirección embebida en sus personajes y con un guión sumamente natural y creíble (las escenas con la profesora de piano son exquisitas cada una de ellas) consigue crear la tensión y la atmósfera perfecta para que el espectador se vea inmerso en esta historia donde nos demuestra que hay improntas en nuestro ADN contra las que no podemos luchar.
SU JOYA MÁS AFILADA: UN PROFETA
Tahar Rahim es Malik, un joven argelino que entra en prisión por agredir a un policía. Las circunstancias que le llevaron a cometer dicho delito, por el que le caen seis años de pena, son desconocidas para el espectador. Su pasado no importa por que su historia comienza al cruzar los fríos muros de la cárcel. Malik no es nadie; no tiene a nadie ni dentro ni fuera de prisión. Es un preso cualquiera. Un mero número. Un joven desarraigado que no sabe leer ni escribir. Ni siquiera sabe en qué idioma piensa, en árabe o en francés. Es un don nadie. Eso le convierte en carne de cañón en un lugar tan peligroso como en el que le tocará pasar los próximos años de vida.
Para alguien como él, la vida en la cárcel puede ser muy dura, pretende pasar lo más inadvertido posible y que el tiempo corra más rápido de lo habitual para la gente libre. Algo harto complicado en un lugar donde al nuevo se le mira con lupa y el tiempo se detuvo en cuenta se puso la primera piedra para su construcción. Un lugar supuestamente de reinserción; realmente de dolor y maldad. Un lugar lleno de lobos que quieren comerle mientras luchan contra el movimiento natural de las manecillas del reloj. Todo está en tu contra. Diferentes grupúsculos étnicos pueblan pasillos y celdas; algunas con derecho a televisor, otras con derecho a humedades y malos olores. Por que Un profeta huele a humedad, huele a sudor y huele, sobre todo, a rabia y dolor.
Una banda corsa es la que gobierna la cárcel y su líder, Cesar, encarnado por Niels Astrup, preside con puño de hierro el lugar. Tal es su poder que no permite que nadie le mire a la cara. Como bien le recuerda a Malik: la policía de la cárcel son ellos, los corsos y nadie más, ni árabes ni centroeuropeos. Los corsos. Punto.
Un amago de intercambio sexual por parte del preso gay que hemos visto en tantas películas, desencadena una serie de acontecimientos que alteran el anonimato anhelado por Malik. Los corsos le obligan a matar a ese hombre. Por mucho que se niegue, no tiene más remedio que hacerlo, ya que sabe quiénes quieren acabar con la vida del desgraciado y por ende, si no cumple lo pedido, con la suya. Una trampa para ovejas en la que cae por mucho que haya intentado evitarla. La secuencia del asesinato con una cuchilla de afeitar es uno de los tantos puntos álgidos que hay en el film de Jacques Audiard. A partir de ese instante se convierte en los ojos y los oídos de César y comienza a ser respetado en prisión. Un intocable. El chico de los recados, pero intocable al fin y al cabo. Y adquiere patente de corso, nunca mejor dicho, para poder hacer casi todos los pequeños chanchullos que le vengan en gana. Con lo que Malik no cuenta es con las continuas visiones y conversaciones con Reyed, el preso al que tuvo que matar, y en cómo le influyen en su manera de pensar y de sentir de ahí en adelante.
Pero este joven tiene algo que no sabe nadie, ni corsos ni árabes: tiene calle, mucha calle. Es listo, vivo y con una idea muy clara sobre lo que debe hacer para salir adelante. Aprende rápidamente y sabe hacerse el imbécil muy bien. En la vida es más importante ser listo que inteligente y Malik es muy, muy listo. Tanto como para que su evolución como personaje alcance cotas altísimas y no estamos hablando de Michael Corleone o Tony Montana. No juega en esa liga, ni siquiera juega a ese deporte.
Jacques Audiard se consagró internacionalmente con Un profeta y demostró lo que se intuía en Lee mis labios y De latir mi corazón se ha parado, que estamos ante un cineasta con mayúsculas. Independientemente de la importancia de los premios y galardones, -a título personal nada; a título de venta del producto, todo- ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes y el Bafta a mejor película extranjera y perdió el Oscar y el Globo de Oro contra otra película extraordinaria como es la argentina El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella. Menudo año para el cine.
Jacques Audiard utiliza como arma un tono y un estilo muy de cine europeo social, casi Dardenne: Cámara en mano, planos cortos o muy cortos, espacios reducidos, poca profundidad focal, iluminación e interpretaciones naturalistas – todas rayando a grandísima altura- y la multicultural idiomática con la que convive la sociedad francesa. Esas son las bases de su estilo fílmico, excepto en Los hermanos Sisters, que tiene un estilo completamente diferente al del resto de su filmografía.
El trabajo de montaje, basado puramente en el corte, es el aspecto más depurado de una obra que puede parecer que no esté dirigida de lo “documental” que es, pero que está rodaba con un puño de hierro más poderoso que el de César el corso. Para montar bien, el material de partida debe ser bueno. No todo puede salvarse en la sala de montaje, palabra de montador. La única pega que le pongo es la utilización de unas cartelEs que no suman – excepto las que marcan el paso del tiempo – y la música estadounidense, basada en greatest hits, que puede sacarte momentáneamente de ese mundo tan francés, tan seco y tan atrayente para mí como espectador. Un profeta es una joya afilada como un cuchilla de afeitar.
VANESA LORENZO, MANEL SÁNCHEZ Y SONIA BARROSO.-