ANNETTE: LA VIDA EN EL ABISMO

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Léos Carax nunca ha sido un director cómodo, fácil ni convencional. Lo demostró sobradamente en Chico conoce a chica, Mala sangre y en Holy Motors, quizás la película que es más «salto al vacío» de este autor francés. Para su primera aventura en Hollywood, Annette,-que abrió el pasado festival de Cannes- se atreve con un melodrama que es íntegramente musical, una experiencia que comienza siendo un cuento de hadas, una historia de amor y pasión más grande que la vida, y que termina por convertirse en un relato de crueldad, horror y pesadilla.

La love story entre la exitosa soprano de voz portentosa y delicada, Ann (interpretada con delicadeza por Marion Cotillard) y el monologuista cómico Henry McHenry (encarnado por un portentoso Adam Driver) pasa de las mieles de la pasión arrebatadora (ojo a una memorable e intensa secuencia romántica y sexual bajo los compases de We love each other so much) a la ira y el desamor a causa de la ineficaz gestión del fracaso profesional del protagonista. Las luces y sombras de una relación de pareja, cómo un@ lleva el éxito o el fracaso, cómo se vive la maternidad y la paternidad o la explotación infantil son algunos de los temas que plantea Annette. 

Prácticamente, todo el peso de la película recae en el personaje de Henry McHenry, un hombre que teniéndolo todo en la vida se precipita en el mayor de los abismos. Y es significativo el retrato que hace de su masculinidad, pasando de un hombre enamorado, encantador, mordaz y provocador a convertirse en un ser ególatra, llevado por la ira y la ambición, capaz de destrozar y/o manipular a las mujeres que más ama, su esposa Ann y su hija Annette. Atención a la poderosa metáfora contenida en la propia Annette, de la cuál no conviene revelar nada y que, al final, el espectador termina encajando la pieza.

Visualmente deslumbrante y sensorial, hay secuencias que quedarán en la retina de los espectadores ahí clavadas para siempre. gracias a la fotografía de Caroline Champetier (atención a la secuencia de la noche de tormenta o a los trayectos en moto del protagonista, por citar dos ejemplos). Asimismo, está concebida como si de una ópera se tratase, gracias al impresionante score del dúo de art-rock Sparks, que nos regalan una banda sonora tremendamente emotiva, con un arranque espectacular y con un final desolador, que puede dejar tocado o romper el corazón al espectador de no ser por la festiva secuencia de los créditos, que conviene no perderse levantándose de la butaca demasiado apresuradamente. En definitiva, estamos ante una experiencia cinematográfica tan sublime como extraña, tan cautivadora como desgarradora, que bien merece ser vista en pantalla grande.

SONIA BARROSO.-

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