AMOR NIPÓN EN TIEMPOS DE GUERRA

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El cine japonés es otra dimensión cuyo grado de exquisitez tiene uno de sus rasgos más significativos en el gusto por el encuadre: Desde los primeros tiempos del blanco y negro hasta la llegada del color, que ocasionó un festín sensitivo sin parangón en el celuloide asiático. Por eso, creo que es de lo más pertinente repasar como un veterano como Yasujiro Ozu abrazó la llegada del color con esa pequeña gran joya que es Buenos días, en la que el cineasta japonés captaba en modo de comedia una comunidad que mutaba hacia la modernidad y se cuestionaba los valores tradicionales.

Muy diferente es tanto en el tono como en la manera de contarlo La Casa del Tejado Rojo, de Yôji Yamada, aunque si es cierto que comparte esa sensibilidad visual con esas imágenes coloridas y su correspondiente disposición armónica del espacio hogareño nipón, lejos del barroquismo de maestros como Yimou, pero de igual efecto sensorial. Es lo mejor de un folletín romántico ambientado poco antes de la Segunda Guerra Mundial, que establece una especie de triángulo amoroso atípico, donde en esta ocasión una mujer tiene que escoger entre su amor imposible y el dogma japonés personalizado en una figura inesperada.

Historia contada en flashback desde el presente, cuya función en el relato infla el relato de una forma que este cronista considera de modo superfluo. Sus continuas idas al presente interrumpen más que complementan la acción principal y alargan el metraje de forma algo exagerada. Tampoco ayuda la vuelta de tuerca final, uno de los tropos mas frecuentes y acusados del cine japonés y que, en esta ocasión, me resulta demasiado enrevesado incluso para este cine.

Pero lo que es innegable en que el núcleo del relato juega en otra liga y, tanto las actuaciones de la ganadora del Oso de Plata en Berlín por el rol en este film, Haru Kuroki, como el resto del elenco, -aunque creo que no llegan al nivel de la actriz ganadora-, también están de nota. Y porqué no decirlo, el realizador Yôji Yamada, un veterano del cine nipón que, después de hacer un «Ozu» en el ejemplar y memorable remake de Una familia de Tokio, se nota que, aunque baja un tanto el nivel, sigue en forma trayendo películas tan afines, notables y coherentes de esa manera tan «especial» de entender la vida y, en definitiva, el cine.

JOAN BOTER ARJONA.-

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