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DE AMOR Y MONSTRUOS: AVENTURAS POSTAPOCALÍPTICAS
abril 18, 2021 Articulos

Son muchas las películas que han visto como su estreno en cine ha sido pospuesto por la pandemia, o directamente han sido relegadas a un estreno en plataformas. Justo esto último es lo que sucede con De amor y monstruos, largometraje que Paramount vendió a Netflix para su distribución y que nos llegó el 14 de abril.

La historia nos presenta un mundo post apocalíptico después de que el ser humano tuviese que destruir un meteorito que amenaza la tierra. Esto provocó una lluvia de productos químicos que hicieron que los animales e insectos de sangre fría mutasen hasta convertirse en bestias gigantes terroríficas. Por esto, el ser humano, condenado a la extinción, se vio obligado a sobrevivir en búnkeres bajo tierra. Tras siete años del incidente, Joel (Dylan O’Brien), uno de los supervivientes, decide abandonar su búnker y a la comunidad con la que vive para ir a buscar a su novia de la adolescencia, con quien ha mantenido la comunicación a través de la radio.

Partiendo de la base de que el guion, firmado por Michael Matthews y Brian Duffield, no inventa nada nuevo, sí que sabe exprimir muy bien sus aciertos, entregándonos un producto tremendamente disfrutable. Sus principales puntos fuertes son tres; en primer lugar el gran amor que destila la historia por el cine de aventuras más clásico, desenfadado y libre de complejos. La historia explota a sus monstruos trayéndonos a la memoria películas clásicas como La tierra olvidada en el tiempo o La isla misteriosa –ojo al clímax, un claro homenaje-, además de saber medir muy bien los momentos dramáticos para que, sin tomarse demasiado en serio a sí misma, puedan llegarte al corazón –sirva de ejemplo la escena con el robot Mav1s-;  segundo, a la dirección de Matthews que sabe sacar el máximo partido a un presupuesto algo limitado para este tipo de películas y hacer lucir a las mil maravillas el CGI; y tercero, a Dylan O’Brien, protagonista de la función, quien hace uso de sus grandes dotes cómicas y carisma, confirmándole –si no lo habían hecho ya sus anteriores trabajos- como uno de los actores jóvenes con mayor proyección y halo de estrella taquillera.

Además, arropando a O’Brien encontramos a Michael Rooker –cumplidor como siempre-, como mentor del protagonista,  en un papel breve pero primordial para la trama; Jessica Henwick interpretando al interés amoroso; o Ariana Greenblatt en un papel tan tierno como divertido. Amén del auténtico coprotagonista del filme, un perro con quien O’Brien rezuma química y que amenaza con robar cada escena en la que sale -de no ser por el buen hacer del actor, lo habría conseguido-. 

En definitiva, estamos ante una película sin mayor pretensiones que las de hacernos pasar un buen rato y es algo que consigue sobremanera, con una historia que emana amor por el cine de monstruos y aventuras más clásico, con aroma a serie B sin complejos, y con un protagonista en su salsa.

JOSU CORTÉS DEL HIERRO.-

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