MALCOLM & MARIE O LA NOCHE DE REPROCHES SIN FILTRO

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Cómo empezar a hablar de Malcolm & Marie sin mencionar repetidas veces la palabra reproche, imposible, y en esto caigo en lo mismo que cae la cinta, repetirme. 

Malcolm y Marie vuelven a su residencia después del exitoso estreno de la última película como director de nuestro protagonista masculino (John David Washington) pero Marie (Zendaya) no parece muy contenta. El haberla obviado en su discurso de agradecimiento es el motivo por el que se ha prendido la mecha, y ya no hay quien la apague, por que los trapos sucios, los “yo creo que tu”, los “es que tú eres” y los “por tu culpa”, junto a otras tantas lindezas similares ya no nos abandonarán en todo el metraje.

Los temas de los que hablan, ya sea dentro del ámbito más personal como pareja  como la forma en la que ven a las personas que les rodean y cómo se relacionan con ellas, son temas universales y por todos conocidos: El amor y todas sus aristas con el inevitable qué habría sido de tí sin mí, la desconfianza hacia aquellos que se encargan de valorar nuestro trabajo, en este caso los críticos de cine, a los que se tacha de academicistas y de no intentar analizar las películas desde la motivación del cineasta, el ego desorbitado y contradictorio del artista, la necesidad de los artistas de tener a alguien a su lado que les diga lo que no quieren oír y les mantenga con los pies en el suelo pero a su vez que les halaguen y les repitan lo maravillosos y únicos que son, que les comparen con los grandes genios a pesar de ser mediocres, la manipulación en la vida y el amor, los problemas de género y de raza, y dentro de estos, los clichés que perjudican a ambos sexos.

 Todos temas realmente interesantes cuando se narran de una forma que te atrapa, este no es el caso, por que a lo mejor se ha cometido el error de querer abarcar demasiados temas.

Yo nunca me he concedido el título de crítica de cine,  doy mi humilde opinión sobre las películas, a veces las critico y otras las halago, dependiendo de si la motivación del director, entre otras cosas,  me hace vibrar o no, frente a la pantalla. En esta cinta a los que hablamos de cine se nos pone en la tesitura de hacerlo desde un punto de vista no academicista, desde las entrañas, yo voy a recoger ese guante, no diré un “sujétame el cubata” pero sí lo que pienso de la forma más sincera y emocionalmente analítica que pueda. Creo que la motivación de Sam Levinson en este film, desde la misma concepción del guión, es la representación de su propio ego con el que tiene o debe tener muchas batallas y por el que a su vez ha debido tener muchas batallas con la gente que le rodea, como es normal en todo aquel que se dedica al arte en cualquiera de sus formas. Plasma sus miedos y sus propios reproches y elige a un personaje femenino como alter ego para evitar presentarnos a un  solo protagonista frente a un espejo en un monólogo eterno lleno de discordancias. Monologar dentro de un diálogo. No entiendo qué motivación ha llevado al director y guionista a hacer creer al espectador que los protagonistas irían evolucionando  cuando lo que sucede es que vuelven al mismo punto de partida en innumerables ocasiones. Quizás quiera hacernos ver que el ser humano no es como se nos muestra en el cine, que las relaciones se estancan al igual que las discusiones, la simplicidad de la vida ante lo que el espectador espera. Pero a mí no me resulta creíble y seguramente Levinson no pretenda hacerlo creíble, o sí. Las réplicas de un personaje al otro me resultan interminables y repetitivas y la reacción del que escucha me parece demasiado civilizada. En un mundo perfecto sería  así, pero también en un mundo perfectamente civilizado la contraréplica ser argumentaría, no se contraatacaría con el famosísimo “y tú más”.

He de decir que las interpretaciones de John David Washington y Zendaya le aportan un plus a esta historia que hace aguas por muchas partes, me ha parecido que él aporta más intensidad que en trabajos anteriores y ella sigue pisando firme en su carrera como actriz. 

Afortunadamente, el uso de la cámara y la toma de planos hace que la cinta no caiga en la teatralidad a pesar de contar solo con dos personajes y prácticamente un solo escenario. La utilización del blanco y negro es una cuestión, creo yo, meramente estética y de gusto personal del director, ya que si la película hubiera sido rodada en color no se hubiese notado la diferencia, quizás se quería conseguir un ambiente más íntimo donde se ponga la atención en los diálogos y los personajes, pero es imposible no hacerlo cuando eso es la película. 

En definitiva, una cinta que podía haber sido y dado mucho más y se queda a medio camino.

VANESA LORENZO VIVAS.-

 

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