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EL PLAN: TEATRO EN LA GRAN PANTALLA
febrero 19, 2020 Articulos

Siempre suelen gustarme las películas que beben del estilo del teatro. Películas como Fences, de Denzel Washington, o Litus, de Dani de la Orden, que precisamente están basadas en obras, y que fundamentan su éxito en poderosos diálogos en un escenario muy limitado. Cintas realistas que focalizan su atención en los personajes y que nos cuentan algo de nuestra sociedad. Que pueden emocionar, impactarnos o invitarnos a reflexionar (además de entretener) sin necesidad de incluir decenas de personajes y escenarios. Y El plan es una de estas películas. 

Antonio de la Torre, Chema del Barco y Raúl Arévalo se bastan y se sobran para brindar una película interesante de principio a fin prácticamente sin salir siquiera del escenario principal – un piso en Madrid – y sin que aparezcan más personajes en escena. Con el McGuffin del importantísimo plan que tienen que llevar a cabo los protagonistas como telón de fondo, la película se centra en realidad en profundizar en la situación y el carácter de los tres amigos. El plan no es más que una excusa para conocer de cerca a tres hombres que se han quedado en paro y que han perdido totalmente el rumbo en la vida. Desgraciados a quién no les va bien en el aspecto económico, pero que tampoco pueden tirar cohetes en lo que respecta a sus relaciones. 

Gracias a las grandes actuaciones de los tres actores y el ambiente íntimo que propicia el apartamento, somos testigos de conversaciones realistas y cercanas que atrapan al espectador, deseoso de saber más y más sobre ellos. Con discusiones, peleas y también abrazos como motor, la trama va desnudando poco a poco a los personajes, que transitan desde el secretismo y la desconfianza hasta la sinceridad absoluta. Son tres amigos que se sinceran entre ellos y ante el público, que acaba conociendo en profundidad a estas almas perdidas. 

Es cierto que algunas partes de El plan pueden hacerse más pesadas que otras. Que puede interesarnos mucho un personaje, pero no empatizar tanto con otro. En mi caso, por ejemplo, me gustó especialmente el de Raúl Arévalo, algo más racional que los demás e interpretado estupendamente por el actor. Pero el hecho es que el guión general de la película no deja indiferente y, aunque le cueste arrancar, goza de un in crescendo constante hasta ofrecer un final tan inesperado como magistral. Una buena película que, quizá de entrada no atraiga a muchos, pero que es un perfecto ejemplo de buenos diálogos y que gustará a quién le dé una oportunidad. 

MARTÍ ESTEBAN.-

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