DOMINÓ: BRIAN DE PALMA DE SERIE B

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Christian (Nicolaj Coster-Waldau) es un policía danés que pierde a su compañero y mejor amigo durante una detención. El detenido, un hombre buscado incluso por la CIA, mata el compañero de Christian y se da a la fuga, pero la inteligencia estadounidense logra capturarlo para usarlo según sus propios intereses. Desde ese momento, Christian no descansará hasta dar con el asesino de su amigo para vengarse. Una cruzada en la que lo acompañará otra policía que estaba muy ligada al difunto. 

Este es el contexto algo retorcido, pero interesante, con el que arranca Domino. Un panorama que se acaba de complicar del todo cuando Brian de Palma añade el terrorismo de ISIS como último ingrediente estrella de la trama. Y es que resulta que el objetivo que persigue Coster-Waldau, a su vez, también busca venganza con el grupo terrorista. Por eso la CIA secuestra a su familia y lo obliga a acabar con los miembros de una célula islamista que planea atentados en Europa. Un rompecabezas sin demasiado sentido que, sin embargo, aún podría resultar entretenido si jugara bien sus cartas para conseguir un thriller lleno de misterio y con múltiples plot twists. Pero no lo hace. 

Lo cierto es que da algo de lástima ver a un reconocido director como De Palma, autor de grandes clásicos como Los intocables de Elliot Ness o El precio del poder, haciendo cine prácticamente de serie B. Más allá del planteamiento caótico y original de la película, Domino es un sinsentido general. Hay escenas de acción que podrían ser bastante interesantes pero que, debido al bajo presupuesto, resultan más bien bochornosas. Escenas que cuesta creer que se incluyan en el montaje final de una película destinada al cine y que goza de este reparto y esta dirección. 

Aún así, la película incluye algún momento más o menos destacable, y es cierto que crea cierta tensión por conocer el desenlace. Pero el clímax, nuevamente, lo estropea todo. El tercer acto está repleto de malas decisiones. Un final sencillo y atractivo podría haber salvado el conjunto, pero el abuso indecente de la cámara lenta o las muertes ridículas de algunos personajes (entre otros muchos errores) acaban de rematar el festival. Quizá la cinta tenga cierto espíritu paródico, pero lo cierto es que cuesta distinguirlo, y en todo caso no parece el tipo de película para esta clase de recursos, que se perciben fuera de lugar y sin gracia alguna. 

Ni Coster-Waldau y Carice Van Houten en su floja actuación en el papel de los policías, ni un Guy Pearce algo más inspirado y carismático como agente de la CIA consiguen elevar el nivel de una película francamente olvidable. 

MARTÍ ESTEBAN.- 

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