«Tuve un sueño. Creí que podríamos construir nuestro nido bien alto, en los árboles…Volar como pájaros hacia las montañas». La ambición de Franz Jägerstätter era bien simple. Únicamente anhelaba una vida tranquila con su mujer y sus tres hijas en Sankt Radegund, un pueblo en lo alto de las montañas austríacas. Pero su humilde sueño se truncó por completo con la invasión del Tercer Reich. Un régimen del terror que puso en jaque la apacible existencia de esta familia de campesinos.
Basada en hechos reales, Vida oculta presenta la historia de este objetor de conciencia austríaco, que se negó a luchar a favor de las tropas de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Una negativa que le supuso el rechazo de
sus conciudadanos y el encarcelamiento. Todo por defender hasta el final unos valores contrarios a la barbarie nazi, aunque eso amenazara directamente su vida y la de su familia.
Terrence Malick vuelve a dar en la tecla después de años de menor éxito de crítica y público. Vida oculta es seguramente su mejor película desde El árbol de la vida. Durante casi tres horas, el director nos encandila con una sucesión sin fin de maravillosos paisajes montañosos. Un ambiente de ensueño en el que, paradójicamente, los protagonistas sufren en silencio. Las sobrias y precisas actuaciones de August Diehl y Valerie Pachner como la pareja
protagonista transmiten a la perfección el horror y el drama que viven sus personajes. La ruptura del núcleo familiar y la sensación de vivir en un país que se ha vuelto completamente loco, que se opone a sus creencias religiosas y
abraza la maldad pura.
Y es que la religión tiene un papel fundamental en el film. Franz rechaza las tesis nazis desde la moral cristiana, que considera totalmente contraria a las nuevas ideas que invaden su país. Además, tanto él como su esposa se
refugian en la fe y en el amor que comparten para hacer frente a las adversidades. Un estremecedor relato de resilencia, de lucha por lo que uno cree que es lo correcto.
Un auténtico drama que no sólo nos atrapa por su genial reparto y por la increíble fotografía paisajística de Jorg Widmer, sino que además acaba de conquistarnos con la gran banda sonora de James Newton Howard. Música
con tintes épicos que redondea el atrayente ambiente del film.
Sin embargo, el marcado estilo de autor de Malick puede resultar demasiado denso en ocasiones. La ambientación mística de la película, las constantes reflexiones con voces en off o la casi inexistencia de diálogos fluidos en directo hacen que esta experiencia contemplativa resulte genial en su conjunto, pero al mismo tiempo cargante en ciertos momentos, sobre todo durante el segundo acto, en que llegas a desconectar un poco. Además, la duración de la película enfatiza esta sensación; aunque la introducción y la conclusión sí que gozan de más emoción.
Vida oculta no es una película para el gran público. Hay que abordarla con la mente abierta y ganas de emprender el viaje espiritual que Malick nos ofrece a través del drama de un hombre recto. Una emocionante historia sobre una
brizna de luz en plena oscuridad que, si consigue atraparte, ya no te soltará nunca más.
MARTÍ ESTEBAN.-