JUDY: EL REGRESO DE ZELLWEGER

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Tras casi diez años alejada del primer plano cinematográfico, más allá de la última secuela de su Bridget Jones y la terrible serie de Netflix Dilema, Renée Zellweger vuelve al mundo del cine por todo lo alto con esta biografía de Judy Garland, la inolvidable niña prodigio de Hollywood a la que los excesos le hicieron llevar una vida muy turbia, que por desgracia terminó demasiado pronto ya que, a los 47 años falleció tras llevar un tiempo bastante alejada de las grandes producciones. Este papel era tan goloso que desde que se supo del proyecto entró en todas las quinielas para ganar el próximo Oscar. Y no iban mal encaminados porque, hasta el momento, se ha llevado todos los premios que han ido entregando los diferentes sindicatos de Hollywood, siendo ahora mismo la gran favorita para recoger el premio el próximo 9 de febrero. Pero la pregunta es, ¿está tan bien en la película o Hollywood quiere repetir por enésima vez lo de la hija pródiga que vuelve tras unos años en el exilio (cinematográfico)? 

Para empezar y, bajo mi sorpresa, no es un biopic hollywoodiense, principalmente porque es una película inglesa en la prácticamente todo el reparto y equipo técnico son de las islas, si exceptuamos a Renée. Este cinta, como la mayoría de biografías que se hacen últimamente, no se centra en repasar al completo la vida del artista en cuestión sino en una parte de la misma, centrándose éste en los últimos meses de la vida de Garland, en los que tuvo que actuar en teatros de Londres para lograr una oportunidad de volver a reengancharse al estrellato y así tener dinero para poder pasar más tiempo con sus hijos, de los que la custodia la tiene su padre. La cinta, mediante flashbacks, nos cuenta también el hostil comportamiento de Hollywood hacia ella durante el rodaje de El mago de Oz, la película por la que sigue siendo considerada una leyenda, en los que vemos cómo no se le dejaba comer, se le vejaba diciéndole que estaba gorda o se le imponía la manera de vestir y, a veces, hasta de pensar. 

La película se deja ver, pero no deja de ser un producto mediocre que no le hace justicia a una de esas historias de juguetes rotos de la meca del cine que tanto nos gustan y a las que tanto jugo que se les puede sacar. A ello le sumamos el poco presupuesto de la cinta, la pobre puesta en escena del director Rupert Goold o un elenco de secundarios sin mero interés. La cinta también habla de los excesos con las drogas o el alcohol que cometió Judy, así como de sus cuatro matrimonios fallidos, pero sin profundizar demasiado en las causas que la llevaron a unos teatros londinenses de mala muerte. 

Lo mejor de la película es, sin duda, Zellweger, aunque tampoco sea la actuación de su vida. En cierto modo el de Garland es un papel muy goloso y que no creo que sea tan difícil de replicar porque siempre tendrás vídeos o lecturas en los que inspirarte. La actriz ya tiene un Oscar por Cold Mountain, por lo que me parecería un error premiarla por una cinta que pasará muy pronto al olvido, si no lo ha hecho ya. El verdadero premio para Renée seria que esto hiciera ver a Hollywood que sigue siendo una actriz a la que hay que tener muy en cuenta. 

HÉCTOR GARCÍA.-

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