LA INOCENCIA: O EL NECESARIO PASO PARA DEJARLA ATRÁS

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La ópera prima de Lucía Alemany es un recordatorio de lo maravilloso que puede llegar a ser el cine español. Se trata de una historia con la que las nuevas generaciones de mujeres se sentirán identificadas y que abrirá los ojos a las más mayores para entenderlas. 

En La inocencia vemos, oímos y sentimos verdad. Verdad en la realidad cotidiana de un pueblo en el que todo el mundo tiene Instagram y que acoje a estudiantes de intercambio. Es una pena que la interesante trama de El Polaco (Josh Climent) se quede algo colgada pero donde terapia natural es considerada brujería. Verdad en los juicios y las presiones entre mujeres jóvenes: Cómo vestir, con quién salir, por beber, fumar y tomar drogas, por perder la virginidad. Verdad en lo que dicen y hacen los personajes y en el hecho de que ambas cosas no siempre van de la mano ni son racionales. Verdad en la ambigüedad de los sentimientos. 

Lis – interpretada por una fantástica Carmen Arrufat – quiere saber quién es pero cojea por la falta del apoyo de su familia para reunir la valentía para descubrirlo. El padre – Sergi López en su versión más anticuada – se resiste a la modernidad imponiendo una tradición carca en la que el machismo no tiene nombre porque es natural. Y la madre – una Laia Marull encarcelada en si misma – lo consiente por el miedo al “qué dirán”. La historia, que fluye de forma natural, muestra el momento en el que Lis se ve forzada a dejar de seguir la corriente. Atrás quedan las fiestas del pueblo, las que dicen ser sus amigas y la relación tóxica con el chico malo para caminar hacia la adultez con paso seguro y destino incierto. 

No pasa desapercibida tampoco la importancia de normalizar el tema del aborto, sobre todo en chicas jóvenes. Es precisamente lo que acaba sacudiendo a la madre de Lis para dejar de vivir con los ojos cerrados y acercarse a una hija que la necesita. Aunque en esta línea no está muy claro hasta qué punto acaba siendo tratado con demasiada trivialidad. Sí, la vida sigue después de un aborto y no, este no te define ni tiene por qué interponerse en tu futuro – más bien lo contrario – pero deja huella, física y emocional. En La inocencia ésta no se ve ni reflejada ni advertida.

GISELA GIRALT.-

 

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