Han pasado ya unos días desde que tuve el “placer” de poder ver Cats durante un pase para prensa celebrado en el Soho House de Barcelona, ese club selecto en el que sólo los más adinerados pueden gozar de sus instalaciones. Algunas distribuidoras suelen organizar los pases en la sala de cine que tiene el recinto para sus socios y así, creo yo, suavizar la opinión destoyer de algunos plumillas con el film en cuestión, ya que por una vez en su vida van a sentirse una Blair Waldorf de la vida. Normalmente las películas que se suelen pasar allí son despropósitos mayúsculos, como el remake de Los ángeles de Charlie. Lo que no esperaba es que la experiencia viendo Cats fuera semejante a la de un preso al que están torturando en Guantánamo.
Hace unos meses, cuando salió el primer tráiler de la adaptación del musical de Andrew Lloyd Webber todo el mundo se echó las manos a la cabeza al ver ese CGI tan horrible o a mi querida Taylor Swift en versión gatuna. Esta obra, que lleva más de 30 años arrasando en Broadway, siempre ha tenido la aureola de maldita e inadaptable, por lo menos en términos cinematográficos. Y esta versión del inefable Tom Hooper, quien tras robarle un Oscar a Don David Fincher o destrozar Los Miserables no se ha dignado a entregar las armas, lo constata. Su argumento gira en torno a una tribu de gatos, los Jellicles, durante la noche del año en que toman su más trascendente elección: la de decidir cuál de ellos renacerá en una nueva existencia. Un poco lo de Misdommar, pero sin ácido de por medio.
La cinta, como digo arriba, es lo más cercano al dolor físico que vais a sentir nunca en un cine, hasta por momentos vais a querer cortaros las venas o arrancaros los ojos al ver semejante mejunje de actores contrastados (Judi Dench, la virgen) transformados en gatos feísimos cantando las canciones clásicas del musical como Memories, de la que recuerdo una versión hecha por Paloma San Basilio. Bien podría decirse que los 110′ que dura la película pasarán a la historia del cine como el mayor horror entre los horrores, algo que perdurará en la memoria colectiva como un desastre del nivel de la Corazonada de Coppola, la película que, justamente, le dejó en la bancarrota.
A todos os pido, por favor,que vayáis a ver esto como experimento sociológico (parezco Mercedes Milà), principalmente porque es algo que podréis contar a vuestros nietos. Una experiencia única en la que sabréis lo que es el dolor en el cine, mucho más que en cualquier película de Wes Anderson, M. Night Shyamalan o Isabel Coixet.
Never forget, Idris Elba.
PD: He leído que Universal, su distribuidora, ha enviado copias nuevas con el CGI actualizado ya que, hasta un día antes del estreno (19/12 en USA) el director no había terminado de montarla. Imaginaos tamaño despropósito.
HÉCTOR GARCÍA.-