SIN FILTRO: UNA VIDA NUEVA

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¿Qué pasaría si, de repente, dijéramos siempre todo lo que nos pasa por la cabeza? ¿Y si hiciéramos lo que quisiéramos sin importar a quién le puede afectar? ¿Qué consecuencias tendría el hecho de perder totalmente nuestro «filtro»? Eso es precisamente lo que explora la película de Eric Lavaine, en la que José García interpreta un hombre que ha perdido la vista y la capacidad de  reprimirse a causa de un accidente de tráfico. 

Sin embargo, lo que podría parecer una película dramática sobre la nueva vida que le espera a partir de ahora es, en cambio, una comedia sobre las curiosas y embarazosas situaciones que provoca su discapacidad. Además, Sin filtro no pone tanto el foco en este personaje, sino en su mujer, interpretada de maravilla por Alexandra Lamy, la verdadera protagonista de la cinta. Es por eso que el personaje de José García resulta un mero pretexto para profundizar acerca de cómo vive esta nueva y complicada situación su mujer y para arrancar alguna carcajada en sus escenas más rocambolescas. Un humor que, cabe decirlo, tampoco resulta desternillante, ni es una constante más allá de algún momento concreto. 

La acción se desarrolla principalmente durante unos días de vacaciones que la pareja protagonista pasa con sus amigos unos años después del accidente. Beatrice (la protagonista) acaba de publicar un libro autobiográfico sobre el vuelco que ha dado su vida desde entonces y en él aparecen referencias a sus amigos, pero con otros nombres para que no se les reconozca de entrada. Esto provocará las reacciones iradas de algunos de sus amigos, que se ofenden por cómo aparecen retratados en el libro. Una situación que ya resulta algo típica y tópica en la ficción y que hace que la película sea bastante previsible. 

Por otro lado, sus obvias reminiscencias al gran éxito de Intocable (otra comedia francesa con aires dramáticos que se centra en el tema de la discapacidad) se quedan en poco más que eso mismo: reminiscencias. Sin filtro no alcanza las mismas cotas de calidad ni en su vertiente humorística ni en la dramática, y el reparto esgrime por lo general actuaciones más discretas. 

Además, la película contiene algunas tramas y ciertas escenas que resultan algo surrealistas, poco creíbles incluso para la curiosa situación que narra el conjunto del film. 

Aún así, Sin filtro es una película muy ligera y agradable de ver, y aunque exponga de forma muy superficial y más bien cómica el tema de la discapacidad no deja de ser importante visibilizar este tipo de situaciones. 

Asimismo, aunque el tono general sea humorístico, también goza de buenas escenas con una alta carga emotiva, sobre todo a partir del tercer acto. Unas escenas que nos hacen empatizar más con los protagonistas y que quizá incluso harán saltar una lagrimilla a algún que otro espectador. 

MARTÍ ESTEBAN.- 

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