Parásitos es sin duda merecedora de la Palma de Oro que ganó en el festival de Cannes de este año. La nueva película de Bong Joon Ho es una joya preciosa de esas que no se ven a menudo. Una reveladora historia sobre el comportamiento humano, sobre todo por lo que respecta a su vertiente más oscura.
La película presenta la vida de una familia surcoreana de clase baja cuyos cuatro integrantes no tienen trabajo. Su situación económica empieza a mejorar cuando el hijo mayor (Ki-Woo) encuentra trabajo como profesor de inglés de una adolescente de familia burguesa. Pero la relación entre ambas familias irá mucho más allá y lo que a priori parece únicamente un pequeño alivio económico para Ki-Woo y sus parientes se convertirá en todo un filón para salir de la pobreza.
Con este telón de fondo, Bong Joon Ho cocina a fuego muy lento la tensión dramática de Parásitos, pero lo hace con un ritmo trepidante, salpicando este excelente film de suspense de constantes momentos de comedia negra. La introducción y el nudo de la película, llenos de este humor tan característico, son la antesala de un tercer acto totalmente distinto, en el que se precipitan los acontecimientos y asistimos a la conclusión del leitmotiv de la película: las desigualdades sociales.
El director esboza en Parásitos su visión particular sobre el modus vivendi tan divergente que tienen ricos y pobres, y lleva al extremo las consecuencias de dichas desigualdades. Así, se retrata a la perfección la esencia de dos familias opuestas en lo que respecta a su estrato social, pero muy similares si atendemos a su naturaleza, dado que ambas son familias surcoreanas formadas por un padre, una madre, un hijo y una hija. Dos caras de una misma moneda. Dos realidades que se entrelazan para tejer un sorprendente y magistral desenlace.
La ganadora del festival de Cannes es compleja e invita a reflexionar acerca del dinero y qué conlleva el hecho de tenerlo o no. Profundiza en la frialdad de las clases acomodadas y en la extrema necesidad de los más desfavorecidos. Nos muestra la naturaleza humana en su forma más cruda, poniendo el foco en la avaricia, la crueldad y la desconexión con el mundo real de aquellos que ansían dinero y prosperidad; todo ello mezclado en el cóctel de un lento descenso a la locura.
Bong Joon Ho logra esta polimórfica alegoría sobre las desigualdades sociales sin perder de vista el ritmo de la película, que entretiene de principio a fin y no deja indiferente en ningún momento. Y además, lo hace luciendo una gran fotografía (a cargo de Hong Kyung Pyo) y un excelente reparto encabezado por Song Kang Ho, actor fetiche del director. Un envoltorio perfecto para la verdadera esencia de Parásitos; su potente mensaje.
MARTÍ ESTEBAN.-