PEQUEÑAS MENTIRAS PARA ESTAR JUNTOS: LA TROUPE DE CANET

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Han pasado años desde que Max se reunió con sus amigos por última vez. Desde el fatídico desenlace de Pequeñas mentiras sin importancia, siete años atrás, toda relación con aquellos a los que quería se ha deteriorado hasta el punto de desvanecerse, y ahora está completamente solo. La muerte de Ludo – probablemente el miembro más querido del grupo – trastocó la vida de Max y la de todos los demás, pero en Pequeñas mentiras para estar juntos intentan retomar aquellos momentos de felicidad que pasaban juntos en la preciosa costa francesa. 

De ahí nace una película alegre y dinámica, que me ha hecho sentir mucho mejor que su antecesora. No es que sea una «feel good movie», ni mucho menos. De hecho, esta segunda parte sigue contando con momentos dramáticos. Pero el humor y el buen ambiente entre los personajes están mucho más presentes y se alejan del pesimismo y el conflicto tan presentes en la primera parte a raíz del accidente de Ludo. Además, el gran trabajo de construcción de los personajes de Pequeñas mentiras sin importancia (que lleva mucho tiempo y esfuerzo) permite que la secuela vaya más al grano y presente la acción de una forma mucho más natural. 

Aún así, la duración vuelve a ser su punto débil. Al igual que en la primera parte (2h34m), al nuevo film de Guillaume Canet también le sobra metraje (2h15m). Y si bien la primera película tenía cierta excusa por el laborioso trabajo de profundización en los personajes que comentaba previamente, ésta no tiene ninguna necesidad de ser tan larga, y podría haber lucido más con un metraje algo reducido. 

Por otro lado, hay algunas tramas secundarias que no van a parar a ningún lado y se desvanecen sin dejar rastro. Y al igual que en la película de 2010, los hijos de los protagonistas vuelven a ser un mero recurso a merced del guión. Aparecen y desaparecen según conviene a la acción, todo para que nos centremos en la evolución de los adultos. En algunos momentos desaparecen durante largas escenas y en otros pasan a ser el motor principal de la historia. Sin embargo, es lógico que Canet focalice la atención en sus protagonistas. Un heterogéneo grupo de amigos que vuelve a tener a François Cluzet y Marion Cotillard como puntas de lanza, con grandes actuaciones que también secundan a gran nivel el resto del reparto. 

Pequeñas mentiras para estar juntos aborda muchos temas. Habla de la soledad, del duelo e incluso del amor. Pero por encima de todo habla de amistad. Porque aunque suene a tópico, este film es un canto a la amistad. Y no uno ingenuo e idealista, sino uno que aborda los altibajos de las relaciones humanas. Los momentos dulces y los amargos. Las risas, los enfados y los llantos. Etapas de éxtasis y otras de descenso a las tinieblas. Incluso aquellas mentiras contadas para estar juntos. Una oda a la amistad; a la verdadera amistad. 

MARTÍ ESTEBAN.-

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