JOKER: ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DE PHOENIX

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Comienzo esta reseña señalando que poco vais a encontrar aquí que no hayáis leído ya por boca de los miles de plumillas que han visto la película y se han quedado boquiabiertos con ella, porque sí, estamos ante una de las mejores cintas de los últimos años, de esas pocas que, en época de superhéroes, secuelas de Star Wars o remakes animados de los clásicos de Disney, marcarán un antes y un después a la hora de abordar los orígenes de un personaje y conseguirán que crítica y público estén de acuerdo en que estamos ante algo grande. Como también pocas veces asistiremos a una clase magistral de actuación en la que un intérprete se apodera y adueña del personaje con la fiereza con la que lo hace Phoenix. Y lo más curioso, es que lo han conseguido sin moverse del género del cómic, ya que este guasón (me encanta el nombre sudamericano) es uno de los villanos por antonomasia de ese subgénero. 

Si nos remontamos atrás, el Joker ya había sido interpretado varias veces en el cine, siendo las más conocidas las de Jack Nicholson (en una versión más histriónica y no por ello menos genial) en la película de Tim Burton, Heath Ledger para la magistral ‘El caballero oscuro’ (por la que ganó el Oscar), o esa cosa insufrible que perpetró Jared Leto en la no menos infecta ‘Escuadrón suicida’. El caso es que cuando surgió el proyecto todos pensamos lo de qué pereza, otro sacacuartos más sobre el personaje para acabar de exprimirlo del todo, y más viendo quién sería el director, un Todd Phillips salido de comedietas gamberras como la trilogía de Resacón en Las Vegas,Old School (ésta es buenísima), Road Trip o War Dogs, todas muy apreciables pero que quedaban lejos de las prestaciones que en teoría te pedía una película como Joker. Todo cambió cuando entró en escena Joaquin Phoenix, quien siempre había sido reacio a meterese en este mundo de superhéroes, bien conocida es su negativa por activa y pasiva a ser el Doctor Strange (menos mal). A partir de ahí, el proyecto tomaba otro cauce y cada información que salía te dejaba entrever que esto no sería la típica peliculita de Marvel o DC para que el cuñado de turno la vea junto a sus hijos en el sofá de su casa un domingo por la tarde. Y, por fortuna, estábamos en lo cierto. 

A medio camino entre lo que Scorsese y Paul Schrader idearon para su Taxi Driver, esta película es el acercamiento más bestia a ese Nueva York sucio y decadente (es Gotham, pero todos sabemos en «quién» se inspira esa urbe ficticia) de finales de los ’70, principios de lo ’80. La cinta no te dice en qué año está ambientada, pero por los carteles que vemos en la misma podemos deducirlo, especialmente el de la genial y muy olvidada Blow Out firmada por el maestro De Palma. También bebe mucho de El rey de la comedia, ya que nuestro Arthur Fleck bien podría ser un sucedáneo del Rupert Pupkin que, curiosamente, estuvo interpretado en la película de Marty por Robert De Niro, aquí en un rol más parecido al que Jerry Lewis tuvo en la cinta estrenada en 1982. Repleta de momentos icónicos que van a dar para diversidad de memes, la construcción del personaje es una delicia, mostrándonoslo como ese ser demente al que la sociedad ha rechazado, hasta su misma familia y las instituciones públicas, que va canalizando toda su ira hasta convertirse en el famoso villano al que todos conocemos. Además, Phillips demuestra buen tino a la hora de mostrarnos esa urbe sucia y peligrosa en la que deja claro que puedes ser atracado o apuñalado en cualquier momento (un poco como en la Barcelona actual). También sabe generar momentos de tensión, como en cada conversación entre Arthur y su madre o en la, seguro ya, clásica escena en su piso en la que todos sentimos 

el miedo que pasa cierto personaje. No olvidar tampoco sus careos con De Niro, en una crítica importante al mundo de la telebasura, esa que es capaz de humillar a gente desequilibrada por unas décimas de share. La cinta tampoco se olvida de dónde procede, integrando en ese mundo a Bruce Wayne, centrándose en la imagenq eu su padre Thmas proyectaba en tre los ciudadanos de Gotham, y lo hace muy bien, aun repitiendo cierta escena que hemos visto mil veces en todas las adaptaciones del hombre murciélago. Dudo que Phoenix acepte un futuro careo con Robert Pattinson, pero las bases han quedado sentadas. 

Volviendo a Phoenix, un animal interpretativo que llevaba varios años enjaulado en papeles menos relevantes (quizás desde Her o The Master que no daba rienda suelta a todo su potencial), que aquí se apodera en cuerpo y alma de la película hasta conseguir hacernos olvidar lo que hizo Ledger en la cinta de Nolan. Su Arthur Fleck es una víctima, una alma torturada rechazada por la sociedad que no encuentra más escapatoria que la violencia y el caos. Su interpretación es enfermiza, así como la fisicidad que le imprime al papel, para el que perdió muchísimos kilos, casi los mismos que Christian Bale en El Maquinista. Este Joker da miedo y desprende ternura, y conseguir eso está a la altura de monstruos como él o el añorado Phillip Seymour Hoffman, por prácticamente nadie más. Este año se llevará su Oscar, por fin, y así pondrá fin a una de las injusticias más flagrantes de Hollywood. 

Para concluir, esta Joker es una especie de milagro que nadie esperaba y que podría hacer cambiar la manera en la que se hacen los blockbusters en Hollywood (Disney aparte). Es una cinta que bien podrían haber dirigido los Scorsese, Bogdanovich o Coppola de los ’70, y eso es mucho decir tal y como está el cine ahora mismo. Es violenta, salvaje, sórdida y muy, muy pesimista, toda una rara avis en esta época. 

Bailemos todos como el bueno de Arthur. 

HÉCTOR GARCÍA.-

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