La película es un cóctel agradable, ligero y simpático entre comedia teen -con tiernos y tontorrones romances de por medio, que seguramente harán las delicias del público adolescente-, aventuras súper heroicas y vacaciones y peripecias del grupo de estudiantes y profesores por distintas capitales europeas -con los consiguientes tópicos de cada una de ellas-.
Jon Watts repite como director tras Homecoming y consigue que funcionen cada uno de estos aspectos aunque, desde mi punto de vista, la parte que más me interesa es la relativa al personaje de Quentin Beck/Mysterio y toda la subtrama de la creación de ilusiones y falsas apariencias, así como las tribulaciones acerca del relevo de cierto «vengador» caído. Merece destacarse la relación casi paterno-filial que establece con Peter Parker: Las conversaciones que mantienen los personajes de Tom Holland y Jake Gyllenhaal -¡qué gran acierto el actor de Nightcrawler como Mysterio!- en el film no tienen desperdicio.
Veremos a un Peter Parker inocente y confiado, que tendrá que crecer, aprender de los errores cometidos por su edad e inexperiencia y tomar las riendas como Spiderman. Así pues, el viaje de maduración del protagonista también es otro de los puntos fuertes de Lejos de casa.
No obstante, aunque es una montaña rusa de emociones y aventuras trepidante, divertida, entretenida y, en algunos momentos, apabullante, que no da tregua ni un segundo al espectador, a mí personalmente me gustó más Spiderman Homecoming. Considero que el elemento de jovialidad y frescura ya no es tan sorprendente, y tampoco aporta nada nuevo en cuánto a comedia ni a film de superhéroes, más allá de perpetuar la nostalgia de Endgame y el puro espectáculo de evasión para todos los públicos, cosa que sí lograba la original y muy «molona» Spiderman Un nuevo universo.
Atención a las dos escenas post-créditos, claves para acabar de perfilar la trama del film, ya que valen la pena.
SONIA BARROSO.-