EL CREYENTE: SUPERAR LAS ADICCIONES

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El creyente, de Cédric Kahn, sigue el camino de Thomas (Anthony Bajon, que ganó merecidamente el Oso de Plata al mejor actor en la Berlinale de 2018), un chico de 22 años, aparentemente normal y corriente, que ha sufrido una sobredosis por heroína y se interna en un centro de desintoxicación en medio de las montañas. Allí buscará una nueva oportunidad para su vida a través de la oración, el trabajo y la amistad. Pero las mentiras, las recaídas y las dificultades estarán muy presentes en su periplo hacia estar limpio de nuevo. Pues en el centro no se permiten, como es obvio, ni alcohol, ni tabaco, ni drogas ni chicas.

Sus compañeros, el encargado del centro (interpretado por Álex Brendemühl), una monja (Hanna Schygulla) y Sybille (Louise Grinberg), una joven lugareña por la que se sentirá atraído tendrán mucho que ver en cómo afrontará su travesía y en su decisión final. Los miedos, las mentiras que se hace creer a sí mismo para sentirse bien, las tentaciones con las que se encontrará en su camino y los sacrificios que tendrá que hacer para lograrlo están muy presentes en la trama.

La fuerza de voluntad que nace de uno mismo, la ayuda que proporciona la fe, la amistad, el amor, el proceso de maduración y la fidelidad a los dictados personales son algunos de temas que baraja esta película pequeña, que bebe mucho de la espiritualidad y de la necesidad del hombre de aferrarse a Dios y a la fe para curarse y salvarse. Asimismo, valores como el compañerismo, la solidaridad y el sentimiento de pertenecer a una comunidad que se establece entre hombres jóvenes se convierten en claves de la rehabilitación de estos chicos. La naturalidad que transmiten los actores constituye uno de los puntos fuertes de El Creyente.

En algunos momentos, el film puede hacerse algo reiterativo en las ideas que subraya, o incluso se permite algunas licencias sentimentales. También se acerca a un tono semi-documental al poner en primera persona algunos testimonios de superación de las adicciones.

Así pues, Cédric Kahn teje un film de tono reflexivo y que bascula entre la espiritualidad y la mundanidad, que respira paz y tranquilidad, muy de acorde con los paisajes rurales de los Alpes, que se convierten en un protagonista más de esta historia de superación personal.

SONIA BARROSO.-

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