A LA VUELTA DE LA ESQUINA: UN FRÍO ROMANCE

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En A la vuelta de la esquina nos encontramos con una historia romántica poco corriente, alejada de las historias más hollywoodienses y su grandilocuencia, para arrastrarnos hacia una representación fría e intimista.

La historia nos presenta a Christian (Franz Rogowski) un chico callado que entra a trabajar en unos grandes almacenes. Allí conocerá a Bruno (Peter Kurth) con quien entablará una amistad y le enseñará los trucos del trabajo, y a Marion (Sandra Huller), la chica del departamento de dulces, de quien se enamora. Pero Marion está atrapada en un matrimonio infeliz.

La forma de retratar a los personajes por parte del director, Thomas Stuber, es un tanto rígida, y si bien al principio de la historia le sienta como un guante, en el momento en que la pareja protagonista se va encontrando, parece haber un intento por separarse de este rigidez en favor de unos personajes más cómodos. Sin embargo, este cambio que sí percibimos en el guión, queda diluido en la dirección. Mientras que nos creemos a ese Christian que parece un pez fuera del agua, nos cuesta entender a ese Christian enamorado y, a priori, más accesible como personaje a medida que avanza la historia de amor.

La duración del filme no ayuda a esta sensación, y es que si bien no es especialmente larga, podría haber contado lo mismo con algo menos de duración y el resultado habría sido notablemente favorable. Los primeros encuentros entre ellos son dulces, un soplo de aire fresco en la rutina que representan los personajes, pero pasados estos -concretamente tras la escena de la fiesta de Navidad- todo se atasca provocando que parezca que no vamos a llegar a ningún lado.

De todo el conjunto quien mejor parada sale es Sandra Huller, quien brinda una interpretación llena de matices, un personaje frágil y tierno a la vez que volátil e impredecible. Por su parte Franz Rogowski realiza una interpretación hierática que, al igual que sucede con la dirección, va perfecta para el personaje durante los primeros compases de la historia, pero que se pierde al no conseguir evolucionar a la par que las relaciones personales de Christian.

Junto a Huller sobresale una excelente labor por parte del director de fotografía, Peter Matjasko, y el diseño de producción de Jenny Rosler, quienes consiguen de forma conjunta arrastrar al espectador a ese mundo tan monótono como mágico para los personajes.

En definitiva, estamos ante una historia romántica muy alejada de la parte más comercial del género, con tantos aciertos como fallos, que deja un sabor agridulce aunque agradable.

JOSU DEL HIERRO.-

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