CEMENTERIO DE ANIMALES: TERROR DE COCCIÓN LENTA

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De todos es sabido que Stephen King ha sido el gran maestro del suspense y el terror con obras maestras que aún a día de hoy las nuevas generaciones siguen venerando y descubriendo. Por eso no es de extrañar que cada cierto tiempo, y más con la moda actual de Hollywood de rehacer películas, se llegue al punto que toque revisar el trabajo de King. Ahora le tocó el turno a Cementerio de animales, una de las novelas más conocidas que gozó de gran popularidad allá por los años 80.

Cementerio de animales ya gozó de una adaptación en el año 1989, llamada en España Cementerio viviente. No voy a hacer una comparación entre una y la otra, básicamente porque no recuerdo tanto la antigua como para poder hacerlo y porque opino que cada película corresponde a su tiempo y al estilo de la época. Lo que de verdad importa en este caso que nos ocupa es la historia y lo que tanto King como los guionistas nos cuentan: la muerte y las distintas formas de lidiar con ella a priori y a posteriori. Porque de eso trata toda la película. La historia de Louis, su mujer Rachel y sus hijos Ellie y Gage que al llegar a un nuevo pueblo donde tras su casa hay un siniestro cementerio de animales cubierto por una barrera es una historia basada en cómo el ser humano trata la muerte. El padre, médico, trata la muerte como algo normal (en parte por su propia condición) y prefiere que sus hijos lo vean como un proceso más en la vida; la madre, que ha pasado por una situación ya traumática relacionada con la muerte, es más cautelosa y prefiere que sus hijos conozcan el tema de una manera menos visceral y más protectora hacia ellos y por último, la niña de 10 años que empieza a preguntarse cuál es el papel de la muerte y a temer su llegada. A partir de allí todo lo que sucede gira alrededor de ese tema y cuando la muerte llega, cómo provoca a cada personaje distintas reacciones, pasando por la negación y la confrontación con la realidad, es lo que tratan de contarnos.

Cementerio de animales es una película bien rodada que se toma su tiempo en entrar al trapo, pero no tanto por decisión creativa sino porque la historia lo requiere así. Yo mismo he visto a gente en la sala de cine quejarse y levantarse porque la película no acababa de arrancar y ello me lleva a pensar que estamos viviendo un momento en que el espectador medio tiene muy poca paciencia en determinadas historias, y creo que con las de terror se nota de forma evidente. Puede que la fórmula Expediente Warren de susto rápido cada diez minutos (aunque sea un ruido fuerte o una mano que aparece) ha malacostumbrado al personal a que todo debe ocurrir rápido y sin rodeos (“quiero mis sustos y los quiero ya”). Yo personalmente disfruto más de las historias que se toman su tiempo en definir su contexto, principalmente con los personajes, y que la tensión vaya “in crescendo” hasta el gran final. En Cementerio de animales tampoco es ése exactamente el caso pero (y no pretendo destripar la historia a nadie que no haya leído el libro o visto la anterior versión) hasta que no se llega al punto de inflexión de la trama (cuando el drama aparece) la historia sólo muestra pequeñas dosis de misterio/terror (como los niños en procesión hacia el cementerio, los flashbacks de la madre, la “presencia” que pretende alertar al padre o el gato Church) que no hace más que provocar más llevadera la espera hasta el verdadero punto álgido de la trama. Y es en ese momento cuando aparece el mayor acierto para mí (tal vez por ser mi mayor temor si no ocurriera): el no echarse atrás con la historia. Stephen King no es de los que les gusta el final estilo “y vivieron felices para siempre” y aunque a Hollywood sí le gusta, no hay nada que le sienta mejor a una película de terror que el mal gane, que la felicidad no se alcance y que un error se acabe pagando hasta sus últimas consecuencias, sin vuelta atrás, sin redención ni perdón, aunque se haga por algo tan puro como el amor.

JOSÉ ISAAC PELLICER.-

 

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