BEL CANTO: EL CANTO COMO LIBERACIÓN

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En Bel Canto el director Paul Weitz, presenta la historia real de un secuestro, donde el canto juega un papel vital a modo de liberación. Para ello se apoya en un reparto multicultural encabezado por Julianne Moore y Ken Watanabe.

La película nos narra la historia de una cantante de ópera, Roxanne Coss (Julianne Moore), que es invitada a realizar un concierto privado en Sudamérica para un empresario japonés Hosokawa (Ken Watanabe), quien está allí para la construcción de una nueva empresa. Al concierto acudirán diplomáticos de distintas embajadas, y se espera que también el presidente del país. Al poco de comenzar el evento, el lugar es asaltado por unos guerrilleros que buscan al presidente.

La puesta en escena de Weitz se encuentra demasiado dividida, por un lado tenemos los momentos más humanos de la historia donde se muestra excesivamente plana, por el otro tenemos los momentos musicales donde sí consigue destacar, siendo sumamente elegante. Por desgracia, esta misma división la encontramos también en el trabajo del director de fotografía, Tobias Datum, quien solo encuentra la inspiración suficiente en las escenas en las que la música es la protagonista. Podría tratarse de algo buscado por parte de ambos para así dotar de magia a la música, pero el problema está en que es en las escenas más humanas donde luce la historia y podrían haber alcanzado la majestuosidad de haber reforzado estos momentos con su trabajo.

Como decimos, es el lado humano del guión, del propio Weitz y Anthony Weintraub, donde la película encuentra una de sus mayores virtudes. La forma en que los guionistas trabajan las relaciones personales entre los personajes es magnífica. A pesar de que algunas relaciones podría costar creérselas, su buen hacer en la construcción de las tramas lleva a que accedamos a ellas sin ningún tipo de problemas.

También ayuda mucho a esto un reparto en estado de gracia, donde, además de destacar los ya citados Moore y Watanabe –excelentes como siempre-, destacan Christopher Lambert, Sebastian Koch, María Mercedes Coroy o Tenoch Huerta. Todos ellos están magníficos en sus interpretaciones, sobre todo en el momento en que la barrera entre guerrilleros y secuestradores se difumina hasta hacerse inexistente.

En resumen, que nadie se espere acción y tiros a raudales porque saldrá muy decepcionado, estamos ante una historia humana, sensible y trágica, donde no hay buenos ni malos, sino personajes con luces y sombras. Un canto de liberación, en el que no todos los elementos están a la altura de su factura, donde sus brillos no son opacados por sus defectos, pero sí un tanto oprimidos.

JOSU DEL HIERRO.-

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