CAFARNAÚM: CUÁNDO LA CRUDEZA ES HERMOSA

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Una de las cosas más ambiguas que podemos encontrar es cuando algo es cruel pero a la vez hermoso. Son elementos que, a priori, no deberían casar, sin embargo en raras ocasiones ocurre. Cafarnaúm es una de ellas.

Nadine Labaki, directora del filme, nos narra la historia Zain, un niño de 12 años que se encuentra detenido y ha decidido demandar a sus padres, ¿el motivo? Haberle dado la vida… Esta es la premisa con la comienza la película, potente y directa al espectador. A penas ha comenzado la proyección y ya nos tiene atrapados. A partir de aquí, a modo de flashbacks nos cuentan el por qué de la decisión del pequeño.

Una de las cosas que cabe destacar es que no es una película fácil, no por el hecho de que contenga escenas de violencia explícita –de hecho el único momento en el que podría haber algo más violento el director lo trata con suma elegancia sin ser necesario mostrarlo-, sino por la dureza de la historia que nos cuenta. El guión, escrito por la propia Labaki junto a Jihad Hojeily y Michelle Keserwana, nos llega directo al corazón y cada plano es un dardo que se nos clava en él.

Todo esto se ve reforzado en un reparto sin fisuras donde destaca Zain Al Rafeea interpretando a Zain. El joven actor lleva a sus hombros la pesada carga de un largometraje de estas características y lo hace con la solvencia de un veterano, llegando por momentos a olvidarnos de su edad y escasa experiencia, el resto de actores no desmerecen, pero lo del pequeño no tiene parangón.

También destaca la fotografía de Christopher Aoun, perfecta en el retrato de la pobreza y la suciedad que rodea la vida de los protagonistas. Es el cómplice perfecto para la directora.
Es difícil ponerle algún pero tanto de forma conjunta como a cada departamento. Es evidente que de cara a los próximos premios Oscar –donde compite Cafarnaúm en la categoría de Mejor película de habla no inglesa- tiene una dura competencia en Roma y Cold War, ambas en principio favoritas, pero no sería una injusticia si al final da la campanada y se hace con el ansiado galardón.

En definitiva, estamos ante una película tan bella como dura, muy necesaria en los días que corren, donde descubrimos a una futura estrella, Zain Al Rafeea, y su directora, Nadine Labaki, deja claro que es uno de los nombres a seguir. A pesar de su crudeza, el último plano nos dibuja una ligera sonrisa, aunque, tras haber pasado un par de días de su visionado, sigo sin tener muy claro si es de complicidad con el protagonista o de resignación ante lo visto.

JOSU DEL HIERRO.-

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