UNA RECETA FAMILIAR: EL PLACER DE LA COMIDA

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En Una receta familiar (Ramen Shop) la comida juega un papel tremendamente importante, no obstante su título en castellano no está puesto al azar. Tampoco el original Ramen Teh que es la unión de dos plato, por un lado el japonés Miso Ramen, y por el otro el Bak Kut Teh de origen singapurense.

La película nos narra la historia de Masato, un joven japonés que sueña con ser chef y realizar unos platos que honren la memoria de sus padres. Para ello se embarca en un viaje culinario que le lleva a Singapur, donde conocerá a su familia materna y el pasado de esta.
Lo primero que nos llama la atención de la película es su manera de ser contada, con un corte mucho más cercano al occidental, alejado de los tópicos y del estilo narrativo oriental. Esto no quiere decir que estemos ante una película europea rodada en Asia, pero sí que para los espectadores menos iniciados en este cine, puede resultar una propuesta mucho más familiar.

El apartado más positivo del filme corresponde a la dirección de Eric Khoo y la fotografía de Brian Gothong Tan, quienes se encuentran especialmente inspirados cuando se trata de presentar los momentos de cocinado y los flashback de los padres de Masato. Khoo consigue de manera muy sutil ligar los recuerdos de Masato con su cocina, haciendo de esta manera partícipe al espectador de la progresión de Masato hacia su objetivo, mientras que Gothong Tan se recrea en las escenas más íntimas y le otorga una viveza a las presentaciones culinarias dando la sensación de casi poder saborearlas.

En el apartado interpretativo destacan la labor del protagonista, Takumi Saito, que encarna a la perfección a un joven soñador e inocente, sin caer en los estereotipos que le habrían llevado a crear un personaje más infantil, y de Mark Lee en un personaje que sirve de desahogo cómico y que encandilará al público.

El punto débil corresponde al guión de Tang Fong Cheng y Wong Kim Hoh, donde nos cuenta a través de una historia simple y de un tema a priori poco interesante como es el querer ser cocinero, una historia de redención, perdón y amor incondicional. Su problema es que siguen un hilo demasiado convencional y predecible, lo que hace que llegados a su segundo acto tengamos una sensación de deja vu y sepamos cómo va a acabar.

En definitiva, estamos ante una historia tierna y delicada, que si bien no es novedosa, está tratada con elegancia y pasión, que pondrá los sentimientos del espectador a flor de piel.

JOSU DEL HIERRO.-

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