
Segundo día. Mañana. De nuevo Kursaal. Seguramente la proyección con la que empieza su segunda jornada la Sección Oficial se convierta en “la” película española del año. El porqué está claro: su tema. El reino de Rodrigo Sorogoyen narra la caída de un influyente vicesecretario autonómico después de filtrarse su implicación en una trama de corrupción que afecta a todas las esferas del partido y parte de los poderes fácticos del Estado. ¿Inspiración? Las cloacas del Estado español y todas las ratas que en ellas habitan.
EL REINO
Después de Que Dios nos perdone, Sorogoyen demuestra una vez más maestría técnica tras la cámara, muchas veces en mano y, desde buen comienzo, sombra de los movimientos atropellados del protagonista al frenético ritmo de la incisiva música compuesta por Olivier Arson. Antonio de la Torre, primer bailarín de la función, encabeza un elenco brillante de actores entre los que destacan también Luis Zahera, Josep Maria Pou, Mónica López, Nacho Fresneda y la siempre certera Bárbara Lennie. Sus personajes son miembros de este sistema inquebrantable en el que los reyes caen, pero los reinos se mantienen intactos.
“El poder alimenta al poder”, como dice a mitad de la película la periodista a la que da vida Lennie. Una propuesta muy interesante y necesaria, en especial en su juego de traiciones para la supervivencia política que, sin embargo, pierde calado cuando el metraje evoluciona hacia escenas de acción y sangre metidas con calzador en el último tercio de la cinta. A tener en cuenta también quedan los dos monólogos con que termina la película, efectistas y en gran parte aleccionadores. ¿Es eso malo? La ovación del auditorio al acabar la película parecía decir lo contrario…
ALPHA

Un reflejo muy distinto de corrupción y podredumbre es la que da Brillante Mendoza en su última película, Alpha, the right to kill, ambientada en plena guerra contra la droga del presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte. En dos años, más de 4.000 personas, acusadas de ser traficantes y consumidores de droga, han muerto a manos de las fuerzas de seguridad del Estado, que se han otorgado ese “derecho a matar” sin preocupación alguna por los derechos humanos.
Rodado casi a modo de documental, como si la cámara fuera testimonio visual de la vida de sus protagonistas, el filme cuenta el día a día del oficial de policía Espino y su confidente Elijah. Corrupción e instinto de supervivencia se dan la mano en un entramado de pobreza y muerte que muestra sin miedo algunas de las más descarnadas imágenes que los últimos años han dado la vuelta al mundo: cadáveres de jóvenes acribillados en la calle sin detención, pruebas ni juicio, y los gritos de dolor de sus familiares que, impotentes, se amontonan a su alrededor, impotentes.
MIRAI

Y si en Sección Oficial la cosa iba de corrupción, en Perlas el protagonismo lo ha tenido la familia. Por un lado, la última cinta del director japonés Mamoru Hosoda, responsable del Studio Chizu y autor de algunas de las más bellas cintas de animación japonesa de los últimos tiempos (y con permiso de Miyazaki), como La chica que saltaba a través del tiempo, Summer Wars, El niño y la bestia y, por encima de todo, Wolf Children.
Su nueva película, Mirai (“futuro” en japonés), narra con ternura e imaginación los celos de un niño de cuatro años cuando nace su hermana pequeña y sus padres dejan de prestarle toda la atención. Después de cada arrebato de celos, el niño viajará en el tiempo a través del árbol genealógico de la familia y, a través de un precioso juego visual de sueños y pesadillas, conocerá su historia y tradiciones, y aprenderá cuán azarosa es nuestra existencia y porqué debemos cuidar a los nuestros.
Imposible no amar una vez más a Hosoda y esa expresividad tan cuidada que da a sus animados personajes. Y qué capacidad la suya la de retratar los efímeros conflictos y contradicciones de la infancia, convirtiéndolos siempre en encanto y magia pura.
UN ASUNTO DE FAMILIA

Igual de imposible es ver lo último de Hirokazu Koreeda y no salir reafirmado de cuán merecida fue la Palma de Oro que se llevó en el pasado Festival de Cannes. De nuevo, Japón y, de nuevo, una familia, aunque en este caso unida, no por la sangre, sino por las circunstancias. ¿Pero importa, acaso? Un asunto de familia (en inglés The shoplifters) es un relato demoledor a la vez que entrañable sobre una familia, que sobrevive con dificultades gracias a pequeños hurtos en tiendas y supermercados.
El eterno debate entre lo que está bien y lo que está mal, la dudosa legalidad de actuaciones hechas con las mejores intenciones, así como la educación de los niños, son algunos de los temas que trata en el filme Koreeda, siempre dispuesto a ir más allá de la superficie en su retrato de la familia y cerrada sociedad japonesas, y siempre capaz de divisar la ternura en las escenas más crueles.
La película, que representará a Japón en los Oscar del 2019, sirve también de tierno homenaje a Kirin Kiki, una de las actrices japonesas más reconocidas en el panorama internacional (en su reciente filmografía se encuentran Pastelería en Tokio y otras de las últimas películas de Koreeda), que murió no hace ni 10 días a la edad de 75 años.
MARÍA DEL MAR GALLARDO.-