7 DÍAS EN ENTEBBE: LAS CLAVES DE UN CONFLICTO

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7 días en Entebbe, de José Padilha, vista en la sección oficial del BCN Film Fest, es la recreación de un hecho real: En verano del 1976 se produjo el secuestro de un avión de Air France en Tel-Aviv con 250 pasajeros a bordo, en su mayoría israelís, pero también de otras nacionalidades. El secuestro fue perpetrado por secuestradores del Frente de Liberación Palestina y algunos de la Facción del Ejército Rojo (Alemania), que pusieron contra las cuerdas al gobierno israelí pidiendo la liberación de presos palestinos confinados en las cárceles de diversos países. El avión fue desviado al aeropuerto de Entebbe (Uganda), un país controlado por el dictador Idi Amin. Al director José Padilha, responsable de Tropa de Élite y de algunos capítulos de la serie de televisión Narcos, no le ha interesado hacer una película de acción al uso, con secuestro de un avión mediante, sino que ha pretendido llevarnos a una reflexión. Si que es cierto que se sirve de elementos de drama y de thriller para mostrar los distintos puntos de vista de una misma historia.

Por un lado, en la acción central del film, el secuestro y los 7 días posteriores en Entebbe, conoceremos las motivaciones de los secuestradores, su idealismo revolucionario, que les han llevado hasta esa acción. Especialmente, se centra en los dos alemanes, interpretados por Daniel Brühl y Rosamund Pike -la combinación de firmeza y vulnerabilidad del personaje de Pike, es de lo más destacable-. Por otro, nos introduciremos en el gabinete de crisis del gobierno israelí y las diferentes opciones-salidas de ésta, la que propone Simon Peres, el Ministro de Defensa Israelí y la que sugiere Isaac Rabin, el Primer Ministro israelí, es decir, asalto y liberación de rehenes versus negociación con los secuestradores. Por último, también hay una subtrama protagonizada por un joven militar israelí llamado a la acción y su pareja, una bailarina de danza contemporánea. Sin duda, lo más atractivo del film son algunas de las interpretaciones, las reflexiones que se pueden extraer del conflicto israelí-palestino y una prodigiosa secuencia final, con un montaje portentoso y tenso, donde el espectador se queda clavado en su butaca. Lástima que ese tono de tensión no se mantenga durante sus prácticamente 2 horas de metraje.

SONIA BARROSO.-

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