OJOS DE FUEGO: ¿STEPHEN KING O X MEN?

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Stephen King la escribió en 1980 y Mark L. Lester la adaptó al cine en una no muy bien recibida película de 1984. Ahora Keith Thomas se ha lanzado con una nueva interpretación de Ojos de fuego, un thriller de terror no muy terrorífico que explora la huida de una familia con poderes a quién persigue una peligrosa agencia gubernamental.

Charlie es una niña diferente de los demás, capaz de crear un descontrolado fuego cuando está asustada o enfadada. Sus padres se sometieron de jóvenes a unos extraños experimentos que les concedieron habilidades sobrenaturales y, después de esconderse durante una década con su hija, ha llegado el momento de huir de nuevo.

Es un argumento que recuerda mucho al de numerosas películas de X-Men. Los humanos extraordinarios son perseguidos por oscuras organizaciones que quieren encerrarlos para experimentar con ellos. Un tema ya muy visto, pero que no deja de tener su interés. Como también lo tiene el de una protagonista con un gran poder de destrucción, pero sin la capacidad de controlarlo, como también vimos en X-Men: La decisión final y X-Men: Fénix Oscura.

El caso es que Ojos de fuego no reinventa nada dentro de esta premisa tan habitual, pero no por ello deja de ser una cinta con sus méritos. En primer lugar, vale la pena ver a Zac Efron en un papel dramático, desenvolviéndose de forma muy convincente como el padre de Charlie, un rol poco habitual hasta ahora en su filmografía.

Además, la película consigue imprimir un ritmo bastante trepidante, entretener al espectador y mantener una atmósfera de tensión muy conseguida durante casi todo el metraje. Su oscuro y acelerado guion nos mete de lleno en la acción y consigue que nos identifiquemos con el dolor de esta familia de fugitivos (especialmente con el de la pobre Charlie) y nos sintamos uno más en su desesperado intento de huida.

Los efectos especiales no están mal y las escenas de acción elevan el interés del film. Especialmente el desenlace está muy conseguido, con un derroche de poder espectacular y buenas dosis de gore.

Aún así el tercer acto no destaca tanto en su apartado argumental, que es algo surrealista y carece de demasiado interés. Es una lástima que no se llegue a profundizar del todo en los dilemas éticos de los personajes, que se esbozan al principio de la película, pero nunca llegan a una conclusión satisfactoria. Y es que Ojos de fuego goza de una sinopsis atrayente, un desarrollo distraído y una duración (de 94 minutos) que le encaja perfectamente, pero no deja de ser una película de fuegos artificiales y con algún potente momento emotivo que no va mucho más allá de eso.

MARTÍ ESTEBAN.-

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