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EL BUEN PATRÓN: PICARESCA EN EL CINTURÓN
noviembre 10, 2021 Articulos

Antes de que España se convirtiera en un solar de polígonos industriales abandonados, las fábricas movían la economía en cinturones de empresas dedicadas al sector secundario. Algo que, a pesar de la deslocalización de las grandes empresas, ha fraguado una tradición obrera que ha recibido como legado el paternalismo caciquil de épocas pre-democráticas, pero con un lavado de cara frente a los nuevos tiempos, cuyos vestigios que han llegado a nuestra era, se han camuflado, obviamente, en un pluralismo tan políticamente correcto como falaz. Porque el capitalismo tiene una vertiente cada vez más despiadada, más deshumanizada y cuya meritocracia está basada en una razón tan instrumental (y ambiciosa e inmoral) como despiadada.

Ésta es la esencia del mensaje de lo que nos propone El buen patrón, la vuelta del mejor Fernando León de Aranoa cuando, tras Los lunes al sol  hace 19 años, parecía haber tocado techo. Y sí, digo parecía porque esta nueva película demuestra de que aún puede superarse como cineasta. En ella, un inmenso Javier Bardem, -de los mejores roles de su carrera, que ya es decir-, se mete en la piel de Julio Blanco, un carismático propietario de una empresa de fabricación de balanzas industriales en una empresa española de provincias y que espera la próxima visita de una comisión que decidirá (o no) si obtienen un premio local a la excelencia empresarial. La cinta se desarrolla en la semana previa donde todo se prepara para que esté perfecto para la comisión pero, tal y como vemos, no es oro todo lo que reluce. De hecho, los trapos sucios están en diferentes frentes y huelen fatal, empezando por el cinismo y la hipocresía del empresario embaucador de serpientes.

La película optar por ser un drama seco como su film sobre el paro en Galicia, pero sabiamente Aranoa toma otra opción distinta. Y es entonces cuando el director de Princesas construye la cinta en torno a una sátira, que se cocina a fuego lento para estallar in crescendo hasta un final apoteósico. El resultado es una comedia de fondo serio e incómodo, que funciona gracias a un guión corrosivo (del propio director) muy bien medido, una dirección elegante con una inteligente uso de la fotografía de Pau Esteve Birba, -que maneja un montaje y su tempo a la perfección-, y un reparto en estado de gracia (Manolo Soto, Celso Bulgallo o la revelación Almudena Amor, entre otros) donde sobre todo brilla la estrella de la función: Un Javier Bardem que se transforma literalmente en Julio Blanco.

Una comedia, divertida sí, pero que duele porque es tan real como la vida misma y que pasa en un suspiro. Quizá la única nota negativa, en opinión de este cronista-, es que el personaje de la mujer de «el buen patrón» creo que está algo desaprovechado. Sin embargo, el resto considero que es un puñetazo impoluto que se sirve con una sonrisa y probablemente de las mejores comedias que veremos este año. No os la perdáis.

JOAN BOTER.-

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